Opinión

Las puertas que se abren tras el fallo

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3 de octubre de 2018, 4:00 AM
3 de octubre de 2018, 4:00 AM

Pasaron 139 años desde que Chile le arrebató la salida soberana al mar a Bolivia. Más de un siglo de reivindicación y de nostalgia; de buscar alternativas para las exportaciones y de vivir a expensas de las ‘concesiones’ que el país trasandino le daba al nuestro, con base en el tratado de 1904. El Tribunal de Justicia de La Haya fue la última instancia a la que acudió el Estado y el fallo fue negativo. Cerradas las posibilidades, hay que mirar las otras puertas que están abiertas y postergadas. Las oportunidades son diversas, toca apostar al futuro, dejando atrás los celos regionales y planificando un horizonte que será de beneficio para todos.

Desde el oriente de Bolivia, en el Memorándum de 1904, se planteó abrir y potenciar el acceso hacia el océano Atlántico a través de la hidrovía Paraguay-Paraná, ubicada en la zona sudeste del país. Empresarios visionarios ya hicieron inversiones y han logrado desarrollar tres puertos privados: Gravetal, Puerto Aguirre y Puerto Jennefer, además de Puerto Busch. Por este lugar se mueven 1,7 millones de toneladas de carga de exportación boliviana y medio millón de importaciones; es decir casi un tercio de todo lo que mueve el país hacia el mundo. Además, esta vía ofrece mejores condiciones y un importante ahorro en tiempo y en fletes, especialmente para los productos no tradicionales que, en este momento, significan un cuantioso volumen de lo que Bolivia ofrece.

En contrapartida, si bien el grueso de las exportaciones sale por los puertos chilenos hacia el océano Pacífico, también es cierto que Bolivia es rehén de las condiciones que se dan en este país a nuestros empresarios y transportistas. Según el gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), en los últimos años hubo alrededor de 60 paros que causaron millonarias pérdidas a los productores nacionales.

Pero si se trata de tener acceso soberano al océano Pacífico, Bolivia tiene a Ilo como una opción. Si bien se necesita una inversión billonaria, ahora se la debe buscar en una lógica de inversión público-privada que proyecte el desarrollo del país.

Han pasado 139 años de añoranza marítima, está en las venas de los bolivianos. Si bien es un clamor histórico, también hay que comprender que a veces la nostalgia impide atreverse a nuevas posibilidades. Bolivia no puede seguir mirando el retrovisor cuando hay la intención privada de desarrollar el acceso al océano Atlántico, que solo requiere de voluntad política y del respaldo estatal para convertirse en realidad.

El fallo del Tribunal de Justicia Internacional ha sido contundente y doloroso, pero Bolivia puede echar mano de la resiliencia para reinventarse y lanzarse al futuro. Para ello se precisa de una mirada abierta y estratégica; de una visión que trascienda los límites de lo regional. En suma, este es el momento de líderes históricos y capaces de dar saltos cuánticos que lleven al país a otro nivel de crecimiento económico y desarrollo integral de la nación.

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