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15 de junio de 2019, 4:00 AM
15 de junio de 2019, 4:00 AM

Para McKinsey Global Institute, una de las firmas globales de investigación financiera y económica de mayor reputación mundial, fue contundente en el último Foro Económico Mundial: las mujeres tienen un sólido potencial de aporte a la economía mundial la brutal cifra de 12 trillones de dólares en solo cuatro años, en beneficio del crecimiento global.

¿Cuál es la barrera? La inequidad de oportunidades para acceder a cargos ejecutivos de responsabilidad empresarial, tanto a nivel gerencial como en los directorios con voz y voto decisorios. Las mujeres controlan aproximadamente el 65% de las decisiones de compra totales en bienes y servicios a nivel global. No solo tienen poder de decisión de compra, además podrían influir en el diseño de negocios inclusivos y rentables.

En pequeños y medianos negocios, el rol de la mujer junto a su visión integral e integradora, de mayor consenso e inclusión social, marca un camino certero de cambio propositivo para un potenciamiento de las economías regionales. Ya no es un tema solo moral o de deuda histórica de género.

En Bolivia, según estudios de la Universidad Católica Boliviana (UCB), el 43% de las mujeres emprende por necesidad. La banca es la principal fuente de financiamiento a la que acude el 58% de las madres para iniciar una actividad, pero enfrenta una montaña de burocracia. El resto, hace gigantescos esfuerzos para autofinanciar su actividad. Para McKinsey, las mujeres comparten una visión universal de la economía. Su desafío más que personal e individualista, excede sus propios intereses, ya que su motor genético como madres, hijas, esposas y compañeras de trabajo, encienden su motor interno que las lleva a buscar una vida mejor para su ambiente familiar y laboral.

Para los expertos, cada vez que las mujeres emprenden un proyecto social, político y económico, lo hacen siempre con el objetivo del bienestar común. Suena a fábula, pero hay indicadores contundentes.

Trabajan con independencia, valentía y con un fin marcado que beneficia a sus familias, comunidades y a las empresas donde trabajan. Por ello se sostiene que las mujeres son colaborativas, porque se apoyan en una serie de redes locales y, ahora, virtuales, que les permiten inspirar y compartir responsabilidades en conjunto y son más proclives a mostrar empatía con los demás.

Las mujeres están entre las consumidoras y prosumidoras más agresivas en estos tiempos digitales. Se organizan en sus labores académicas, crean grupos colaborativos en los colegios para proteger a sus hijos, trabajan con las maestras, construyen tejido social, fiscalizan y arman una red económica constante. Sin duda, la tecnología es la herramienta que democratiza el acceso a las oportunidades. La tecnología móvil permite que todas las actividades sean accesibles para todos.

En el Foro Económico Mundial ya se dejaba en constancia de que las redes, manejadas estratégicamente son una forma creativa de extender el uso de la tecnología y superar barreras para conectar y crear redes de apoyo. En los países desarrollados, el móvil es la tecnología con más capacidad de empoderar a las mujeres y a sus comunidades. Finalmente, el acceso a nuevas habilidades y destrezas es un punto de inflexión en la mejora de la calidad de vida de la mujer, pero los expertos advierten que el auténtico progreso aumentará, siempre y cuando los hombres también sean educados en apoyar el empoderamiento de las mujeres. Un empoderamiento mutuo y en torno a la generación de oportunidades equitativas de género.

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