El Deber logo
16 de agosto de 2018, 4:00 AM
16 de agosto de 2018, 4:00 AM

Cuando el militar que llevaba la banda presidencial y la medalla de Bolívar fue a todas partes menos a cumplir su misión, alguna autoridad sentenció que el problema era que el mensajero no había seguido los protocolos. No sé si está usted de acuerdo. Parece que el menor de los errores es del teniente. El craso error fue encomendar a un militar esos símbolos presidenciales, porque los militares no cumplen ningún protocolo.

Hace poco constituyeron una empresa militar para construir carreteras. En el sur del país les encomendaron una importante obra. Firmaron los contratos y les adelantaron millones para que compraran la maquinaria que no tenían. El caso es que pasaron meses y meses y se tuvo que romper el contrato porque la flamante empresa militar no había hecho ni un centímetro de la famosa carretera. Fue noticia la ruptura, pero nunca nos contaron que la empresa fantasmal hubiera devuelto lo cobrado, ni nos dijeron en qué garaje particular terminaron los grandes caterpillars comprados para nada. Si se fueron de juerga con un contrato de millones de dólares, ¿dónde no irán con una simple banda presidencial?

El pequeño detalle es que en las Fuerzas Armadas no tienen protocolos o, si los tienen, no les importan. El primer protocolo que falta debiera decir que, si te dedicas a algo, si asumes una responsabilidad, es porque eres inteligente y responsable. El segundo protocolo faltante debiera decir que, si cobras por hacer algo o si corresponde a tu cargo, lo haces, o lo haces. Un tercer protocolo, que pudiera ser el primero, debiera dejar claro que se cumple lo firmado siempre, pero más cuando el que lo firma se jacta de representar el honor de la patria.

El TAM es una línea aérea cuyos pilotos paga el Estado. Son militares. Los mecánicos de aviación y los secretarios son militares que paga el Estado. La gasolina la paga el Estado o, mejor dicho, la pagamos nosotros. Los aeropuertos no los paga nadie, porque los militares no pagan. A pesar de eso, el TAM va a pérdida y no tiene capacidad para ponerse a la altura de las exigencias de la aeronáutica civil de cualquier parte del mundo. Aquí operan porque lo que tienen muy claro los militares en sus protocolos es que hacen lo que les da la real gana.

¿Recuerda a Cofadena? Por décadas fue una corporación de desarrollo de las Fuerzas Armadas. Tuvieron mil proyectos con amplio presupuesto del Estado. Se metieron en todo. Hoy no queda en pie ni una empresa iniciada por ellos, como no sea alguna que a tiempo la hubieran negociado con un privado. En el Isoso debían poner en marcha una gran propiedad agrícola capaz de alimentar de trigo a todo el continente. Después de medio siglo y de salvaje inversión no está en producción ni el primer metro cuadrado. Más grave aún, en este Gobierno han hecho renacer a Cofadena. Nadie espera nada de ella. Simplemente han abierto una puerta que servirá para que algunos se apoderen de fondos del Estado. Debe decirlo algún protocolo.

No hablemos del campo específico de las Fuerzas Armadas, que no han ganado una guerra a ninguno de nuestros vecinos. El que se ha antojado una porción de nuestro territorio, lo ha tomado.

Y no mencionemos el servicio militar. Los militares han exigido que el servicio militar sea obligación constitucional, cuando ya no lo es en ningún país civilizado. Lo exigen, pero no tienen capacidad para atender ni a la mitad de la población. Más valiera que no atiendan a nadie, ya que a cada paso sabemos de conscriptos humillados, maltratados y muertos. ¿Lo dice el protocolo?

Tags