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15 de abril de 2018, 4:00 AM
15 de abril de 2018, 4:00 AM

El mito es uno de los hilos culturales que atrapa fácilmente a millones de mentes en este planeta. Generalmente no nos damos cuenta de sus redes y, es más, aceptamos los mitos como verdades absolutas que conducen nuestras decisiones, nuestra forma de percibir el mundo, la forma de educar a nuestros hijos y hasta el modo de vernos a nosotros mismos. Ejemplos simples: “No soy nadie sin likes ni Facebook”, “lo peor es morir”, “cada clase debe durar dos horas”, “si no llevo las mochilas de mis niños, no los amo”, “solo existe el bien y el mal”, “más grande mi vehículo, más poder tengo”, ¿les son familiares estas frases?  Puede que sí, ¿pero qué tal si dudamos un poco? (ojo: dudar no es tan malo).

Y aunque podemos decir que la ciencia y el sentido común echan por tierra cada una de estas ideas, en el seno de la ciencia también han existido y existen mitos que maduran hasta que la propia ciencia se los devora (la ciencia se come sus malas ideas…). Ejemplo: el famoso “eslabón perdido” en la evolución del hombre, que en realidad son un conjunto de experimentos evolutivos que van apareciendo en el registro fósil y que modifican o echan por tierra las hipótesis que se van armando. Pero no debe sorprendernos, eso es parte de hacer ciencia y nada más. El problema es cuando se asigna demasiado valor a ciertas cosas que las queremos llevar a rangos de una especie de ley escrita en piedra.

Desde que los tozudos físicos hace un tiempo demostraron la ‘teoría de supercuerdas’ (ʻgugleenʼ por favor…), las dimensiones mentales que teníamos dejaron de ser tales. ¡Ahora resulta que en el universo existen como 11 dimensiones! No es que se haya adicionado una o dos, ¡son 11! (hasta ahora…) ¿Que implica esto en la práctica? Implica que nuestro universo mental también se expande y se hace mucho mayor, las posibilidades son inimaginables y asignan más valor a lo que considerábamos ‘matices’.

Generalmente en nuestro ‘chip’ mental se ven dos caminos: el bien o el mal, el blanco o negro, el masculino o femenino, etc. Cuando en la práctica la naturaleza nos muestra a gritos, el gran valor de los matices en la evolución de la vida. Si la naturaleza se rigiera por ‘la ley de las dos opciones’, no estaríamos como especie en este planeta. 

Las dimensiones en la evolución de la vida, siempre han sido más de dos y en nuestro caso nuestro origen es muy… muy humilde. Hace más de 65 millones de años y a poco de extinguirse los grandes dinosaurios emergen unos mamíferos pequeños, peludos y nada agradables que andaban marginalmente por ahí (éramos un matiz entonces). La extinción de los hermosos dinosaurios, determinó nuestra chance. Luego de varios millones de años estamos aquí, como resultado y evidencia de que la naturaleza tiene una ruta de más dimensiones de las que generalmente los mitos nos hacen creer.

Tener dos opciones es más fácil y cómodo en la pedagogía de las decisiones y la manipulación social. Los matices complican la política, la religión, la economía, las costumbres, la visión de sociedad y hasta la ciencia. De ahí que la tiranía del mito (como cualquier tiranía) puede ser ‘conveniente’, pero no necesariamente perpetua.

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