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24 de junio de 2018, 4:00 AM
24 de junio de 2018, 4:00 AM

En la Feria del Libro de Santa Cruz se presentó el libro de Fernando Prado, Ganadores y perdedores, editado por el Cedure, Fundación Pazos Kanki y el País. Versa sobre la región metropolitana cruceña. ¿Qué expone el ingeniero Prado? Pues conviene enfatizar de entrada que solo un trabajo riguroso, inteligente y, sobre todo, ético puede llegar a las conclusiones que llega Fernando Prado sin amilanarse. No es fácil apagar la luz de la fiesta y recordarnos en medio de la euforia que la ciudad de ensueño que publicita el gobierno municipal tiene poco o nada que ver con la realidad definitivamente menos auspiciosa. Recuerdo la impresión que me causó un breve ensayo del prestigioso urbanista Jordi Borja, titulado La no-ciudad. Y es que ese concepto me causó extrañeza. ¿Qué es pues una no-ciudad? Mejor sepamos que es una ciudad en los términos que usa este profesor catalán: “La ciudad es ante todo espacio público, mezcla de poblaciones y actividades, sentimiento de posesión compartida de la ciudad en sus calles y plazas. La ciudad solamente con edificios, sean para vivir o para trabajar y con medios de transportes e infraestructuras, no es ciudad, es en el mejor de los casos una zona urbanizada. Un cuerpo sin alma, le falta la ciudadanía, es decir la dimensión pública, la expresión de la vida colectiva”. 

Sí, la ciudad no es ni puede ser solo obras de cemento. El obrismo compulsivo o la tiranía del cemento no solo no va a construir el arduamente mentado socialismo del siglo XXI, sino que va a consolidar su opuesto: el auge del capitalismo como bien recuerda el profesor Prado. 
Su investigación describe una estela con atributos de no-ciudad: el capital transnacional se pasea orondo por las calles cruceñas, los especuladores de tierra o “hacendados urbanos”, por decirlo con mis términos, han loteado Santa Cruz, han construido fortalezas privadas –los famosos condominios-, han lucrado denodadamente con el incremento de los precios de los bienes inmuebles, sin que crezca con similar vehemencia la vivienda popular y, como corolario, han construido un urbanismo socio-espacialmente jerárquico: algunas áreas privilegiadas (especialmente al norte y al oeste de la ciudad) con carreteras, como la G-77 o los puentes que conectan con el Urubó a ser construidos en un breve. 

Aquello ha dejado un mosaico de actores cuya patria o región es su propio interés: las viejas élites, otrora enemigas acérrimas del régimen, más vigentes que nunca y aliadas al capital global gracias a las franquicias que pululan en el territorio capitalino, los hoteles internacionales que se afincan imparables o el capital financiero que lucra pujante. En ese escenario de beneficio de unos pocos, campea la informalidad: los gremios constituyen ya el 60% de la población. Se suman a la búsqueda corporativa de ganancias en lo que deviene la erección de nuevos feudos urbanos. Las clases medias, siempre dispersas, se cohesionan en un aspecto: han sido las perdedoras a lo largo de poco más de un década de “proceso de cambio”: sus recursos han menguado y, sobre todo, sus valores más ligados al mérito y al cumplimiento de la ley han sido ridiculizados. 

Ese cuadro urbano me trae a la mente las audaces reflexiones del experto en relaciones internacionales indio-estadounidense Parag Khanna sobre la recomposición del mundo. En su visión estamos entrando a una nueva era global más parecida a la Edad Media. Es el retorno al ‘medioevalismo’ afirma este intelectual pues no hay un centro hegemónico que lidere el planeta, sino una infinidad de actores que bregan por su propio bien desde bandas narcotraficantes hasta potenciales aspirantes a nuevos Estados como el Califato Islámico. Considero –hipótesis a rastrearse en una nueva investigación- que nuestras ciudades replican este medioevalismo. Tras leer esta aguda investigación de Fernando Prado, me queda esta sensación. La sensación de que no hay un centro que guíe. 

¿Cuándo sucede algo así como lo que vemos? Para responder vuelvo a Jordi Borja: sucede en las no-ciudades cuando “hay un vacío de Estado, una visión irresponsable de la ciudad (y del país) de parte las dirigencias políticas y económicas, de una gestión catastrófica de las políticas públicas y del afán acumulador a cualquier coste de políticos y empresarios, de multinacionales leoninas y de especuladores de todo”. El estudio muestra mucho de esto: un gobierno municipal casado con el gobierno para agudizar el obrismo, una élites empeñadas en lucrar aún a costa de quien se ponga al frente y un gobierno central que no tiene idea del asunto y cuyo único norte es “avanzar” electoralmente e inmiscuirse económicamente no siempre de forma abierta y transparente. 

Un nuevo aporte imprescindible del ingeniero Prado.

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