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20 de noviembre de 2018, 4:00 AM
20 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Todo país organizado lucha con todas sus fuerzas para irradiar la mejor imagen posible, tener su código fundamental del estado, su constitución, donde todos la respeten, la acaten y la cumplan. Tener todos los órganos del Estado iguales e independientes entre sí, tener instituciones de prestigios debidamente consolidadas y respetadas por toda la ciudadanía.

Todo el mundo vive feliz sin perseguidos políticos, en un Estado de derecho, con respeto a la vida, la dignidad y el honor de las personas viviendo en una auténtica democracia. Cuando no se tienen todas estas condiciones, es un país no democrático y, en algunos casos, autoritarios, donde no se respetan los derechos humanos, son países mal vistos e irradian una pésima imagen.

En 2006 se vivió una ilusión, una esperanza, llegaba un nuevo Gobierno con el mensaje de que era la reserva moral del pueblo boliviano, que no habría ningún muerto, que habría un manejo limpio y transparente de los intereses del Estado, pero en el devenir del tiempo estas ilusiones se han esfumado y queda la amarga realidad.

El pueblo boliviano fue convocado a un referéndum el 21 de febrero de 2016, donde se le consultaba si se podía modificar artículos de la Constitución Política del Estado. El pueblo soberanamente dijo No, lo cual tiene la fuerza legal y poder vinculante, todos estamos obligados a obedecer, acatar y dar estricto cumplimiento.

El referéndum es un instrumento legal de lo más importante, con poder constituyente, por lo tanto, es de cumplimiento obligatorio. Ningún órgano derivado de la estructura legal de Estado tiene facultades para modificar, alterar o desobedecer la voluntad de un pueblo. En consecuencia, el artículo 168 de la Constitución está en plena vigencia, su cumplimiento es definitivo y por ello todos estamos obligados a acatarlo.

Cuando los hombres de derecho del mundo ven que en este país al Tribunal Constitucional, cuya única facultad es velar, acatar y hacer cumplir la Constitución que está por debajo de ella, la viola, trata de pasar por encima, nadie lo entiende, nadie lo comprende y quedan totalmente sorprendidos. Todo esto hace que irradiemos una pésima imagen dentro del concierto de naciones del mundo.

Estamos recorriendo un camino equivocado, pareciéndonos a Somalia, en África, como país fallido donde pronto se impondrá la violencia, la confrontación y el imperio del más fuerte.

Sigamos defendiendo el imperio de la ley y contra todos, y por sobre todas las cosas, la buena imagen del país.

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