Opinión

La perdida batalla del oficialismo

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17 de septiembre de 2019, 4:00 AM
17 de septiembre de 2019, 4:00 AM

La visión sociológica de los conflictos, sostiene que todo conflicto supone dos o más partes enfrentadas y la confluencia de un vasto conjunto de factores que convergen en la situación crítica. Hay un punto en que la acumulación de tensiones debe encontrar una válvula de escape a efectos de evitar que el conflicto termine destruyendo a todos los involucrados. Se trata de un momento en que grandes sectores polarizados de la comunidad pondrán sobre el tapete una combinación explosiva: derechos e intereses.

La situación generada por la ineptitud oficialista y su pertinaz capricho de no recurrir a la cooperación internacional a través de la declaratoria de Desastre Nacional, ha logrado articular un conflicto que pone en movimiento el derecho de los bolivianos a mantener un ecosistema en condiciones apropiadas, y los intereses del MAS en “construir” espacios de poder que le permitan determinadas ventajas en términos electorales (y su consecuente agregado de senadores y diputados).

En la dinámica de los conflictos de este tipo, la experiencia mundial muestra que un conflicto que se inicia como un evento fortuito y pasajero, tiende a solucionarse de manera que las partes encuentren un acuerdo, sin embargo, cuando los conflictos se “organizan” en pos de objetivos estratégicos de largo, mediano o corto plazo, la posibilidad del acuerdo da paso a la necesidad de la dominación. El perdedor pasa así a la condición de subordinado.

En este punto, la crisis se ha transformado en un dilema ideológico, y su resolución comporta una batalla en la que se juega el todo por el todo. Esto es lo que deja ver el “efecto Chiquitania”. A cada evidencia de que la ineptitud oficialista encubre alguna estrategia electoral, le sigue la clara percepción de que el enfrentamiento entre la sociedad civil (fuertemente identificada con valores ecológicos) deviene en un inconveniente para la estrategia de poder del régimen. Se trata de una contienda en que el Estado se enfrenta a la sociedad civil.

La victoria del MAS solo será posible doblegando la conciencia ecológica de toda la nación, y eso, está muy lejos de pasar. La única forma en que el MAS asegure una victoria a su favor sería confiscando a la sociedad una cuota significativamente importante de su propia conciencia ecológica, cosa, por cierto, imposible. El régimen perdió esta batalla desde el primer chaco incendiado. En la perspectiva sociológica, la pérdida de los bosques chiquitanos, se ha transformado en una caja de Pandora de la que emergen todas las pesadillas del régimen al punto que, ningún recurso discursivo evitará que Evo no sea percibido como el mayor depredador de la historia de Bolivia, y a estas alturas, con cerca de tres millones de hectáreas perdidas, todo lo que haga “huele” a maniobra.

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