Opinión

La nueva geopolítica y la inteligencia artificial

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2 de diciembre de 2018, 4:00 AM
2 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Nada en la vida de los pueblos es seguro y solo una cosa está fijada: el espacio, el lugar donde se desarrollan los hechos. El espacio es la única magnitud inmutable, lo demás es incierto. El pensamiento en escala continental ha sido el pensamiento de los imperios y por eso llegaron adonde llegaron. Fue en su época el de los europeos.

Ya no más, ahora priman la miopía, el oportunismo, el conformismo. Ahora también ellos se cuentan entre los mediocres que no miran mucho más allá de sus narices. Inclusive en Estados Unidos, poco a poco se va perdiendo el sentido estratégico de pensar en grande; tan solo China y Rusia mantienen aún su amplitud de miras. Tal vez sea porque esos dos países son los herederos de Gengis Khan.

Lo que los descendientes de Roma han perdido, a los chinos y rusos les quedó en la sangre: el sentido del espacio como arma, el arte de no dar muerte al adversario sino de estrangularlo, de expoliarlo por medio del bloqueo cada vez más estrecho de su libertad de acción, de desviarle el agua paso a paso, de quitarle la tierra que lo nutre y el aire que respira. Esta deficiente evaluación actual del espacio, esta intolerancia al resurgimiento en parte alguna del pensamiento en escala global es notable y penosa, como en su época lo señaló Jordis von Lohausen, cuyas pautas hemos resumido.

Empero, las nuevas etapas de la globalización y el avance de la inteligencia artificial (IA) están reestructurando el pensamiento geopolítico de fines de la segunda década del tercer milenio. Los cuatro pilares de la innovación (contexto, cultura, capacidad, colaboración) forman lo que podría llamarse la sabiduría colectiva de muchos países de avanzada y de cientos de organizaciones y consultores, todos con el deseo continuo de encontrar una manera de escalar el pensamiento en el marco de instituciones innovadoras capaces de explorar nuevos postulados geopolíticos e ideológicos.

Según expresiones del investigador John Villasenor del Brookings Institute (www.brookings. edu/blog/techtank/2018), la nueva geopolítica ostenta características distintivas, algunas iluminadas por la historia, algunas exclusivas de nuestro momento de intensos cambios. En el ámbito de los asuntos económicos, nos encontramos con algo que se parece a la multipolaridad. Visto a través de la lente del potencial nuevo armamentismo de la inteligencia cibernética y artificial, nos acercamos a una segunda Guerra Fría entre Oriente y Occidente. Ambas características son parte de una aparición más amplia de esta inédita geopolítica, una especie de nuevo “gran juego” de competencia entre las principales potencias, plagado de riesgos de confrontación o errores de cálculo potencialmente mortales y casi sin oportunidades para aquellos países menos favorecidos privados de recursos, liderazgos o instituciones lo suficientemente ágiles como para adaptarse.

La dinámica de la multipolaridad económica oculta realidades básicas: Estados Unidos y Rusia equilibran la amenaza nuclear mientras Washington y Beijing son el factor central en el resto del cálculo, aunque sea de manera desigual. Todavía existe gran disparidad entre esos dos actores, pero China se beneficia de “la sombra del futuro” y de las actuales disfunciones norteamericanas; eso compensa su inferioridad. Y Rusia compensa la propia con su inmenso espacio y recursos naturales.

El 1 de septiembre de 2017, justamente el presidente ruso Vladimir Putin se dirigió a un grupo de estudiantes rusos en su primer día de clases. “La inteligencia artificial es el futuro para Rusia y para toda la humanidad”, expresó. “Quien se convierta en líder de este nuevo campo se convertirá en el gobernante del mundo”. Es una evaluación que sería imprudente ignorar, incluso si el objetivo es simplemente la prosperidad económica y no la dominación mundial. Durante la próxima década la IA se vinculará con la geopolítica a un nivel que es difícil de comprender en la actualidad.

Y por una sencilla razón: la geopolítica está determinada en gran parte por muchos de los mismos dominios que la IA está revolucionando. La IA hará que manufacturas, transportes y comercio sean más eficientes, mejorará los rendimientos de los cultivos, abrirá nuevas oportunidades para avances de la ciencia, reorganizará los mercados laborales y forzará un replanteamiento fundamental de los enfoques de seguridad nacional y de las concepciones geográficas; modificará hasta la arquitectura de los ejércitos modernos.

En las próximas décadas, los países que puedan cultivar y aprovechar con éxito una cultura de innovación sobre la base de la IA estarán bien posicionados, tanto para el crecimiento económico como para mejorar su seguridad nacional. En contraste, los países que mantienen una confianza excesiva en la infraestructura heredada y con modelos económicos de poca dinámica, enfrentarán desafíos cada vez mayores para mantenerse con niveles mínimos de eficiencia en el duro campo de la competitividad global. La geopolítica ha sido y será una disciplina controvertida.

El estudio de la influencia de los factores geográficos en la acción política y de las decisiones políticas basadas en el marco geográfico, o de la relación entre tales decisiones y el asentamiento geográfico (nacional e internacional), siempre se ha prestado a la polémica. En muchas ocasiones ciertos postulados geopolíticos fueron usados con fines expansionistas y belicistas. No es de extrañar que el término hubiera caído en desuso, hasta en desprestigio, durante los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial. Poco a poco, la vieja geopolítica se sacudió su lastre.

Tuvo voceros que la fueron “levantando”, tanto por el lado de la ilustre escuela francesa del ramo como por Henry Kissinger, quien desde fines de la década de los años 60 del pasado siglo XX revalorizó a la geopolítica, al utilizarla recurrentemente en varios de sus análisis mientras era secretario de Estado (canciller) de Richard Nixon y en sus propios estudios académicos. En estos agitados días de fines de la segunda década del tercer milenio, hace ya rato que la geopolítica renovó su patente “de buena conducta” y volvió a ser respetable. Es más, por estar de última moda hasta se exagera su uso y resulta que hoy todo es “geopolítico”, sin que necesariamente sea siempre así.

Sin embargo, es un hecho que la IA abre inéditos campos geopolíticos, tal como se ha expresado en las líneas descritas anteriormente. Estamos ante un nuevo portal geopolítico de dimensiones aun inimaginables que podría alterar el tablero mundial en casi la totalidad de sus términos. La potencial alianza de Rusia y China está hoy mucho más cercana y será -de concretarseun factor desafiante del poderío estadounidense, que deberá enfrentar solo ese enorme reto.

Será casi imposible intentar contar con una Europa envuelta en su hipocresía y paralizada por sus miedos imaginarios o reales. La mirada geopolítica forma parte de una visión universal, visión que nos permite ver el planeta en perspectiva, diseccionando zonas, regiones, potencialidades y problemas. Estando ya en el inicio de lo que será el ineluctable auge de la IA, esa mirada de largo alcance pasará a tener mayor importancia aún.

El análisis geopolítico seguirá siendo un instrumento valioso para la definición de políticas y en la búsqueda de lo mejor para el interés nacional de cada actor en la dura arena mundial. Sin conocimiento geográfico y sin valorización del espacio no hay nada y los pueblos que desconocieron esos factores pagaron muy caro su ignorancia. Hoy la inteligencia artificial nos abre nuevos caminos geopolíticos, con sus enormes oportunidades y no menos inmensos riesgos.

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