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12 de agosto de 2018, 4:00 AM
12 de agosto de 2018, 4:00 AM

El poeta beniano Homero Carvalho se ha convertido en un entusiasta difusor de la microficción, a la que se considera hoy como “un género narrativo”. Hace pocos días participó, en calidad de curador, en un encuentro internacional de “micronarradores” que se realizó en La Paz... ¿Qué define a una microficción? Prácticamente nada sustancial, solo la extensión y, en algunos casos, una cierta voluntad lúdica... El desafío es redondear un texto en pocas palabras y en un número limitado de líneas, de ahí que muchas de esas piezas literarias terminan pareciéndose al aforismo, la sentencia, el epigrama... Esta forma de escritura es antigua; aunque contemporáneamente se ha cultivado con privilegio en Latinoamérica. Hay “microficciones clásicas”: las de Monterroso, Edmundo Valadés, Juan José Arreola o Borges...

Quizás pocos saben que Muhammad Alí, el gran Cassius Clay, es el autor de la “microficción” más corta del mundo... Comúnmente se acepta que el guatemalteco Augusto Monterroso escribió el microrrelato más breve del mundo: solo siete (7) palabras: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”... Este texto ha sido sometido a múltiples análisis literarios y ha resistido todas las interpretaciones... Es una microficción redonda, perfecta... pero no lo suficientemente corta, comparada con la del mítico boxeador.

Arrogante, filosófico y bocón, Alí fue el boxeador más maravilloso que haya vivido sobre la tierra... También fue el más rápido, “Floats like a butterfly and stings like a bee” (vuelo como una mariposa y pico como una abeja)... Se vanagloriaba de ser el púgil más veloz de cuantos hubo: “Apago la luz y me meto en la cama antes de que el cuarto quede a oscuras”, decía... Además de propinar los nocauts más preciosos de la historia del boxeo, Alí también era poeta y le gustaban las peleas de gallos... Y supera limpiamente a Monterroso, su “microficción” consta solo de dos (2) palabras.

En 2006, cuando Evo Morales asumió la Presidencia, legiones de oenegeros y residuos de esa izquierda derrotada que se habían reciclado como “neorrevolucionarios”, se acercaron a Palacio para proponerlo como candidato al Premio Nobel de La Paz... Sus argumentos eran simples: inspirados en Mandela, pedían el mismo trato de la Academia Sueca para Evo... En una reunión agitada, un asesor del presidente hizo saber su parecer contrario... Con una pincelada de humor, alertó a los gestores que se estaban equivocando de negro: “Mandela fue un reformista que terminó pactando con su opresor... por el contrario, Evo quiere cambios revolucionarios. En todo caso, lo encuentro más similar a Muhammad Alí, por su postura inclaudicable contra el racismo y la opresión de sus hermanos”... Me quedé sorprendido con esa curiosa comparación; pero de inmediato pensé (todavía lo pienso) que había algún símil atendible... Muhammad Alí irrumpió a puñetazos en un país en el que los negros para viajar tenían que acurrucarse como perros en la parte trasera de los buses públicos... Y con sus guantes y su retórica desbocada hizo temblar al stablishment... Parecido fue el Evo que conocí: llegó al poder para redimir al indio que, incluso en este siglo XXI, se cambiaba el apellido para escapar de la discriminación y en algunos medios, opinadores que hoy bordan su prestigio diciéndose demócratas, lo seguían considerando una bestia de carga...

Pero hasta aquí esta digresión... Vayamos al mundo gallero... En septiembre de 1971, Muhammad Alí llegó al Perú, acompañado por su mánager Angelo Dundee... Los periódicos de la época publicaron fotos de la exhibición que hizo en el Estadio Nacional... Y en la noche se escapó hasta el coliseo de gallos Mamacona, en Pachacamac, “acompañado por una bella limeña” (así publicó La Prensa) y apostó varios cientos de dólares a un gallo ajiseco... Y ganó, claro... En ese coliseo se peleaba a navaja... Hay una secuencia filmada en 35 milímetros, Alí se emociona con el combate... como un gallero cualquiera...

En 1975, Muhammad Alí fue invitado por la universidad de Harvard a dar una conferencia para un grupo de estudiantes graduados... Hasta entonces, era fama que el poema más corto de la lengua inglesa era “Lines on the antiquity of microbes” (sobre la antigüedad de los microbios)... Los críticos no tienen certeza sobre su autor; sospechan que podría ser Shel Silvestrein, Ogden Nash, Gillilan Strickland o Bartlett... El poema es este: “Adam / Had ’em” (Adan los tenía)... En la charla, Alí resaltó lo privilegiados que eran los muchachos al haber recibido una educación de ese nivel... les habló sobre su propia lucha para surgir en un mundo que no daba oportunidades a los negros... y abogó por una sociedad donde los derechos civiles fueran para todos... El escritor George Plimpton, en el documental When we were kings, registra que, al finalizar, un estudiante lo provocó y le pidió que diga un poema... Silencio.... luego, Alí respondió con una frase, bella como una mariposa / y punzante como una abeja: “Me?, we!” (“¿Yo? ¡Nosotros!”)... Y ahí se registró la microficción más corta del mundo... Dos (2) palabras que expresan la potencia del “Yo” de Alí (su orgullo) y su intento por alcanzar con su lucha la comprensión de los “otros”... Así debe ser el mundo: una magnífica conjunción de los sueños de uno y de todos los hombres... Me/we...

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