Opinión

La guerra acaba de empezar

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19 de diciembre de 2017, 4:00 AM
19 de diciembre de 2017, 4:00 AM

“No hay nada más que hacer”, sentenció en su estilo petulante el vicepresidente García Linera en calidad de presidente interino: “Hay que aplicar el nuevo código”. Así se ponía en vigencia el nuevo Código Penal. Era absolutamente previsible que en ausencia del primer mandatario (que por lo regular huye del país cuando alguna medida de corte antidemocrático está en su fase final) hiciera semejante declaración y promulgara de puño y letra un código considera como la pieza jurídica clave en el proceso de radicalización totalitaria del régimen. 

El código, más allá de lo que toca a los médicos y la práctica médica, es el instrumento político que legaliza la represión. Pero como las cosas no suelen ser tan simples, García Linera pretende curarse en sano cuando afirma que “no hay nada más que  hacer”; en realidad tanto él como los ciudadanos de a pie sabemos que su promulgación no es más que una declaratoria de guerra entre el poder del Estado y sociedad civil democrática. Se trata de una de esas piezas de lujo en la moderna manera de iniciar los conflictos de baja intensidad que, de manera inversamente proporcional y progresiva, terminan casi siempre en ríos de sangre.

La dictadura se equivoca si cree que judicializando la protesta logrará una duradera paz social que le permita eternizar la estadía de Morales en el poder, no solo porque su promulgación  es una afrenta que arroja al basurero de la demagogia populista aquello de que Morales “gobierna obedeciendo al pueblo”,  sino porque su llegada a la vida pública se ejecuta en un momento donde nuevas fuerzas sociales han creado un escenario frente al cual el régimen no tiene discurso. Agazapado en los movimientos sociales que terminaron en cofradías de corrupción e impunidad, no tiene ya mucho espacio en el que moverse, excepto el uso de la fuerza represiva del Estado.

El nuevo Código Penal será, de sobra, “la chispa que incendie la pradera”. (Ya lo dijo una joven millennial; “no tendrán un solo día de paz”). Seguramente ingresamos  a una batalla dura y prolongada, en una contienda en que (la historia es testigo) ni los más sanguinarios dictadores lograron victorias duraderas. El déspota no está equivocado: “No hay más que hacer”, la guerra acaba de empezar.

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