Opinión

La democracia merece mejor trato

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16 de junio de 2019, 4:00 AM
16 de junio de 2019, 4:00 AM

Mientras Montenegro sigue dando que hablar, por las nuevas revelaciones y fotografías en las que se lo ve casi del brazo de un magistrado de los ‘altos’ y, a lo mejor de varios más, parece que lo de Mayerling y la vertiente beniana tiene su lógica que apunta a Quintana en su bastión político y, sin que nadie pueda cantar victoria interna, resulta que aparecen los que no estaban muertos y andaban de ‘negocios’, como Wilson Díaz, recordado por el cheque a Mario Cronenbold, que parece hacer saltar la alerta en el bastión político de Carlos Romero. Más allá de la gravedad de las narcotizadas relaciones políticas en uno y otro lado del mismo espacio, no es posible sentarse a mirar qué bando gana, sino a pensar hasta dónde llegarán estos que ya deben explicaciones serias y sin dobleces.

El asunto no acaba y don Evo se debate en su propio mar de complicaciones, ensombrecido por lo ‘narco’ y por la falta de transparencia de su Gobierno; pero él es así, siempre en el filo de la navaja política. A 13 años de hacerlo, ya le cuesta mantenerse y cualquier rato va a terminar partido al medio y eso lo va a derrotar, más que la poco operativa oposición. La gestión es el peor enemigo del presidente/candidato ilegal. Mientras eso pasa, “el Sr. presidente” da discursos conciliadores (¿señal de debilidad?) y ensaya una queja: “Mientras en el exterior reconocen nuestro crecimiento (…), la oposición ataca la institucionalidad y busca debilitar la democracia. Podemos tener diferencias, pero debemos trabajar juntos por la estabilidad y no dañar el proceso electoral”.

Morales está tan golpeado por lo que ocurre en su entorno, por las críticas y posición del grupo de expresidentes (IDEA), y lo asusta tanto la posibilidad de que la CIDH se pronuncie (Almagro, que es un camaleón, incluido), que cree que su invocación a “defender el proceso electoral” soluciona todo. Entiende que la elección es el sunmun de la democracia y no precisamente el verdadero respeto a la institucionalidad.

Habla de institucionalidad y acusa a la oposición de atacarla y de que busca el debilitamiento democrático, con el objetivo de “dañar” las elecciones, pero no asume que la institucionalidad democrática fue atacada desde que él y su partido decidieron usar al TCP para desconocer la institucionalidad del Referéndum del 21-F. Claro, no entiende que el referendo es una institución constitucional de cumplimiento obligatorio y que usar al TCP para encontrar un camino para saltar la respuesta del No, es una manera de desinstitucionalizar la organización y estructura estatales. Además, es claro que la re-reelección no es un derecho humano, salvo en Nicaragua, Bolivia y, seguramente otro país destrozado o en camino como Venezuela; es decir, en los países donde el poder vale la ruptura de la constitucionalidad republicana o estatal.

Desinstitucionalizar la democracia es usar al TSE para que facilite la elección primaria (con votos aumentados al caballo del corregidor, inclusive), con resultados “dizque vinculantes a las elecciones”; como si lo que decida un partido en lo interno, tenga que afectar al conjunto del país.

Morales no parece haber entendido, y seguramente no lo hará, porque no es su asunto ni le interesa; además de que las elecciones que él se empecina en defender, cuando son veraces y transparentes son simplemente el resultado de un proceso de institucionalidad estatal/republicana, y se constituyen en el corolario, en el último acto del perfeccionamiento del sistema democrático, que no es otra cosa que respetar la CPE, los Tratados Internacionales, el voto ciudadano, etc. Se llega a elecciones para el traspaso del Gobierno tras a haber hecho las tareas de la democracia sin atropellarla.

El hombre no lo entiende ni le interesa. Una muestra en contrario sería que él mismo acuda a la CIDH para pedir opinión sobre si es correcto que se escude en el Derecho Humano para reelegirse. Claro, no lo va a hacer, pero qué bueno sería.

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