Opinión

La barbarie impune

El Deber logo
22 de noviembre de 2018, 4:00 AM
22 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Al menos seis personas han sido linchadas en el último año y medio y tres en los últimos dos meses. La barbarie de la mal llamada ‘justicia por mano propia’ se mantiene con vida, cual feroz fiera, sin que haya un poder que le ponga freno. Los últimos episodios ocurrieron el lunes por la noche en San Julián y el miércoles en Uncía, las víctimas fueron un brasileño y dos adolescentes, todos acusados de robar. Mientras tanto, la impunidad se campea en el silencio cómplice de los pobladores de los lugares donde ocurrieron los hechos, así como en la falta de efectividad de las fuerzas llamadas a poner orden y garantizar la vida de las personas.

Estos últimos hechos permiten puntualizar situaciones que no deberían ser reales en un Estado de derecho. Primero, el linchamiento del brasileño ocurrió en un municipio (San Julián) donde no había presencia policial. Los uniformados se habían retirado alegando que no tenían condiciones de infraestructura para trabajar. Eso abrió el espacio para que haya un territorio sin Dios ni ley. Los pocos efectivos que pudieron llegar desde un pueblo vecino, no lograron controlar a la turba y se limitaron a sacar el cadáver del brasileño, cuando el asesinato había sido consumado.

Segundo, en el mismo municipio se produjo un linchamiento en mayo de 2017. En otro, Entre Ríos, hubo dos asesinatos de las mismas características en septiembre pasado. En ninguno de los casos se halló culpables. La impunidad ha sido el premio a los salvajes que golpearon hasta matar. Y en esto también hay que apuntar a los pobladores, comenzando por sus autoridades locales, ya que nadie acusa a nadie, hay un encubrimiento intolerable.

Los linchamientos no son nuevos en Bolivia. Ya en septiembre de 2013 hubo un acto similar en Ivirgarzama, cuando seis personas fueron atacadas y dos murieron porque fueron quemadas vivas. Este episodio llegó incluso a ser registrado en una crónica ganadora de uno de los mayores premios del periodismo y en un documental que recorrió varias salas en el mundo. Ni siquiera la exposición pública en el extranjero ha provocado cambios.

Es cierto que no hay justicia institucional en Bolivia y que esto debería encabezar la agenda de prioridades del Estado; no obstante, nada avala la barbarie de algunos ciudadanos; tampoco se puede justificar que instituciones como la Policía, la Fiscalía y el Poder Judicial sean incapaces de dar sanciones duras y ejemplares a los asesinos que se disfrazan de justicieros.

Los linchamientos no pueden quedar en la impunidad. Si se lo permite, no tardará en aparecer un nuevo caso. Es hora de que en Bolivia haya garantías para la vida y para un juicio justo.

Tags