El Deber logo
16 de enero de 2018, 4:00 AM
16 de enero de 2018, 4:00 AM

El gran debate urbanístico a escala mundial es hoy cómo hacer para revitalizar las ciudades, para que estas vuelvan a ser sentidas como propias por los ciudadanos, luego de que el automóvil, la excesiva separación de usos, la inseguridad y la especulación inmobiliaria los ha arrinconado exclusivamente en su trabajo o en su vivienda, sin posibilidades de aprovechar lo mas valioso de la ciudad, que es la posibilidad de la interacción social y humana en sus espacios públicos.

Las soluciones que se proponen giran en torno a la peatonalización de algunas calles, el no separar tanto la vivienda del trabajo y los servicios y la recuperación de los espacios públicos con actividades que regeneren el sentimiento ciudadano y de identidad. Se desea volcar a los ciudadanos de nuevo a las calles con actividades comerciales y sociales que sean atractivas.

Bajo esa óptica, el paro ciudadano (ya no solo cívico) cumplido en Santa Cruz se ha convertido en un verdadero caso urbanístico digno de estudio, de cómo una emergente ciudadanía se ha apropiado del espacio público, le ha dado vida, le ha dado significado y no con temas de ‘shopping’ y consumo, sino en una acción de protesta que ha involucrado trasversalmente a toda la sociedad urbana, pero sobre todo a su emergente y numerosa clase media.

De esa forma, un paro se convierte en el catalizador de una ciudadanía en plena ebullición que ha involucrado a todos: mujeres, niños, ancianos, hombres y ha mostrado, sin proponérselo explícitamente, que es una sociedad urbana que participa con entusiasmo en una acción ciudadana que expresa claramente sus valores y hacia dónde quiere ir: una sociedad abierta, moderna, libre, creativa, familiar, alegre, optimista, aunque haya muchas 

carencias, que cree en su futuro y está dispuesta a construirlo y, si es necesario, a pelear por él. Sin saberlo, ha hecho política y de la manera más impecable.

Frente a este empuje ciudadano tenemos a un régimen gris, que es percibido como agresivo, sin creatividad, sin sentido del humor y que no tiene la capacidad de mostrar un futuro nuevo. Su visión de futuro no ha tenido la capacidad de incorporar los valores de una nueva modernidad. 

Como las clases medias están creciendo rápidamente en nuestras ciudades, el peligro para el Gobierno es que este ‘turbión’ cruceño contagie
al resto del país, el cual podrá volver a creer en un futuro más luminoso, frente a un régimen que se percibe agotado. De nada servirá que el ‘vice’ y algunos ministros insistan en sus vacías acusaciones de racismo/separatismo; no es ese el mensaje que el paro cruceño ha transmitido, es el mensaje que todos, mujeres, ancianos hombres y niños, como se ha visto en el paro, tenemos derecho a ser dueños primero de nuestras propias calles, de nuestra ciudad, de sus espacios públicos y, por último, de nuestro propio país, país que debe ser de todos.
Por tanto, los estudiosos de los temas urbanos tendrán mucho que estudiar y aprender de la fresca experiencia urbana cruceña. 

Tags