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11 de mayo de 2019, 4:00 AM
11 de mayo de 2019, 4:00 AM

Desde tiempos antiguos las distintas civilizaciones se han encontrado con otras culturas más o menos importantes y se fusionaron compartiendo religión, tradiciones y aceptando el cruce racial o se vieron sometidas a la fuerza. Caldeos, egipcios, persas, griegos, y la propia Roma, fueron incapaces de detener el avance de otros pueblos conquistadores o en expansión.

¿Por qué entonces las jeremiadas de la llamada Nueva Bolivia con la conquista española? Claro que la conquista fue dura y abusiva, como todo emprendimiento de posesión, lo sabemos muy bien. Pero no fue una conquista de exterminio. De dominio sí. Desde ya, ingleses, franceses y belgas fueron bastante más crueles con sus colonias. Las leyes de Indias, aunque no se aplicaran como debió ser, mostraron el espíritu indulgente que deseaba imponer el Reino de España respecto de sus colonias.

El imperio español dejó, donde se asentó, su sangre, su idioma, su religión y su cultura. Se quedó; no estuvo de paso. Trató de congregar, no de dispersar. Posesionados del Perú como de México – dos culturas extraordinarias – no intentaron expulsar a los nativos, ni se puede afirmar que hicieran algo similar a un genocidio salvaje de las proporciones que vimos en la muy culta Europa de mediados del siglo pasado, cuando se asesinó por auténtico odio racial.

De ahí que desconcierta que hoy se busque, a como dé lugar, una suerte de desquite; que se aliente la venganza, no contra los colonizadores que están momificados hace cinco siglos, sino contra todo extranjero o quien tenga algo de sangre hispana. Además de que, pasados los siglos, las grandes migraciones hacia América se han producido sin violencia, pacíficamente, como fueron las que poblaron, principalmente durante fines del siglo XIX y parte del XX, Norteamérica y América del Sur.

Estas migraciones fueron muy positivas en todo sentido porque trajeron tecnología, ideas nuevas de Occidente y espíritu jurídico y democrático. Así que no a todos los no “originarios” se los puede identificar con los conquistadores. Es una injusticia y un absurdo, por no decir un disparate. Como vemos, esos que llegaron hasta nuestros umbrales en situaciones deplorables, sin recursos y solo con esperanzas, promovieron riqueza y progreso en nuestras naciones.

Interpretarlo de otro modo es absolutamente demagógico y absurdo. Y acosarlos porque no llevan sangre originaria es demostrar irracional racismo. Promover, como en Bolivia, una cruzada tardía de exigir cuentas históricas y reparaciones a los conquistadores y colonizadores españoles de hace más de 500 años, es algo inútil y desproporcionado. Es un pretexto político y electoral para soliviantar los ánimos de los depauperados y no tiene el menor sentido lógico. Es demagogia pura que provoca innecesarios enconos raciales.

¿Exigir cuentas a la España de hoy cuando la mayoría de los bolivianos somos producto de un mestizaje entre peninsulares y los aborígenes de entonces? ¿No estamos conscientes de que más del 60% de nuestra población es mestiza más que indígena? ¿No tenemos sangre española más de la mitad de los bolivianos? Los cruceños, benianos, pandinos y tarijeños, somos los que menos compartimos el resentimiento contra España o contra los pocos europeos de otras nacionalidades que llegaron hasta nuestros poblados.

Por el contrario, nos molesta que vengan aquí, a Santa Cruz, los redentores del pachamamismo a soliviantar ánimos, a provocar rencores entre nuestra pacífica gente del campo, que nunca tuvo una actitud negativa contra lo hispano. Nos molesta que haciendo eco al régimen masista en boga, sus activistas quieran imponer una filosofía de vida que para los cambas es un sinsentido. El rechazo a lo extranjero no tiene lugar a discusión, no se acepta en nuestras tierras

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