Opinión

Identidad de la arquitectura cruceña

El Deber logo
4 de noviembre de 2017, 4:00 AM
4 de noviembre de 2017, 4:00 AM

La arquitectura cruceña ha sido en estos últimos 60 años un reflejo de las corrientes y tendencias arquitectónicas de carácter global, con una implementación asincrónica de años o décadas posteriores respecto a las tendencias europeas o americanas que les han dado origen. 

Evidentemente ha sido desarrollada con una expresión particular que le otorga el carácter de identidad como ‘arquitectura cruceña’ si ubicamos este acontecer histórico dentro del contexto urbano específico y característico de nuestra ciudad, y dentro también de un medioambiente con cualidades y condiciones de clima, vegetación y perfil-estructura urbana que le es propia-. En este sentido, la identidad de la arquitectura cruceña no se define exclusivamente por la morfología o por el estilo que sus edificaciones van asumiendo en el tiempo, sino que debe ser entendida en el contexto integral –territorial, medioambiental y socioeconómico– en el que se inserta; sin embargo, existe una clara evidencia de la particular expresión de la arquitectura cruceña con relación a la producción arquitectónica de otras ciudades de Bolivia: Santa Cruz tiene un sello de identidad propia, que la ubica a la vanguardia del diseño arquitectónico del país, gracias a los factores antes mencionados.

Desde una perspectiva más sensible que histórica, se pueden definir tres etapas que marcan el acontecer arquitectónico de nuestra ciudad desde los años 60 hasta ahora: un primer momento racional, planificado, con énfasis en lo funcional; una segunda etapa más de ficción, con una búsqueda de respuestas más particulares y contextualizadas con lo regional; y una tercera etapa de exacerbación sensorial, con una producción de formas megalómanas para una ciudad que quiere demostrar su potencial y su desarrollo. 

No se puede dejar de mencionar, como parte fundamental de esta construcción de identidad, la arquitectura informal que se extiende en toda la mancha urbana como una capa transversal a la arquitectura formal. Esta arquitectura popular, autoconstruida, ‘homogeniza’ con su carácter desordenado y anodino los barrios cruceños extendidos más allá del cuarto anillo, perdiéndose en la lontananza de un paisaje urbano plano, ámbito propicio para la extensión sin límites y carente de claros elementos –naturales o construidos– que sirvan como referentes urbanos para los ciudadanos que recorren sus calles. 

Un otro escenario urbano posible –y necesario– será encarar la arquitectura cruceña desde una línea de gestión, que puede identificarse como ‘activismo proyectual’, que lleve nuestra producción arquitectónica formal y, con ello, la nueva orientación de identidad construida en el tiempo, más allá del show mediático de la arquitectura para exposición que actualmente se practica de manera generalizada, y se convierta en el verdadero instrumento de transformación sociocultural que nuestra ciudad está necesitando.

Para ello, deberá bajarse de su pedestal megalómano, que mira y trabaja para una minoría, y comenzar a desenvolverse en un contexto más democrático, más real, más apremiante: la arquitectura para lo social, para el servicio, para la igualdad de oportunidades. Una arquitectura no ya solo de la función, o de la ficción, o de los sentidos; una arquitectura de la acción, que dé respuesta a los desafíos que nos impone la realidad actual; que construya la ciudad desde los barrios y, además, con una visión sustentable que contemple y resuelva los efectos adversos y cada vez más evidentes del cambio climático y sea previsora de los desastres naturales que pudieran ocurrir en el futuro. Una arquitectura por y para la gente, una arquitectura para la ciudad.

Tags