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23 de junio de 2019, 4:00 AM
23 de junio de 2019, 4:00 AM

El diccionario Cambridge define a las llamadas fake news como “historias falsas que parecen ser noticias, difundidas en internet o usando otros medios, generalmente creadas para influir en las opiniones políticas…”. Con las nuevas tecnologías, y la proliferación de estas noticias inexistentes, están en crisis la veracidad, la confianza, los valores y la democracia. Para algunos, vivimos la ‘era de la posverdad’.

Las fake news no son recientes, vienen de larga data. Tampoco son ajenas a la historia de Santa Cruz, que reiterativamente ha sido víctima de este método, casi siempre ejecutado por el centralismo gubernamental. En el caso cruceño toda reivindicación regional, sea de carácter político o administrativo, tuvo como corolario una noticia falsa del Gobierno de turno, para engañar, inducir o manipular la conciencia del pueblo boliviano en contra de los anhelos de Santa Cruz. Veamos algunos ejemplos en poco más de un siglo, sin contar con lo sucedido en épocas de Andrés Ibáñez o de la “Revolución Federal de los domingos” (1891).

El conocido Memorándum de 1904 de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz, que reclamaba la integración oriente-occidente para salir al Atlántico y contrarrestar la influencia del Pacífico, así como preservar la soberanía sobre el Chaco, fue calificado por la prensa de entonces como un panfleto separatista. El presidente de la época, Ismael Montes, hizo caso omiso de este documento y lo tildó de conspirador y regionalista.

En los años 20 del siglo pasado, connotados ciudadanos lideraron un movimiento de reivindicación regional (ferrocarril o nada), para integrarnos al país. Ante tal hecho, la prensa paceña informó que “…los autores del movimiento aseguran en Santa Cruz que es de carácter político, netamente liberal, sin embargo de hacer tanta propaganda, no han disminuido sus propósitos separatistas y de anexión al extranjero”. (La República de La Paz, 11 de julio de 1924). Por su parte, el gobernante Saavedra declaró a los diarios de que la demanda cruceña tenía carácter independentista. “La Cancillería transmitió la noticia a la delegación de Bolivia en Río de Janeiro, informándole que tal hecho se había producido bajo la influencia de elementos argentinos; lo mismo se hizo con Buenos Aires, informando oficialmente que la revolución se había consumado bajo influencia de elementos brasileros”. Asimismo, mediante la prensa, el Gobierno central promovía la creación del nuevo departamento de Vallegrande, queriendo con ello romper la unidad de Santa Cruz y frenar sus demandas.

Años después, ante el reclamo justo del pago de regalías, surgirían los acontecimientos sanguinarios de mayo de 1958 y junio de 1959, cuyo holocausto fue la masacre de Terebinto. Estas tragedias que enlutaron al pueblo cruceño, guardan paralelismo con las embusteras declaraciones gubernamentales, las falsas noticias de la prensa oficialista, como también los panfletos gubernamentales editados en La Paz, tildando a Santa Cruz de anexionista al Brasil.

Las recientes demandas por descentralización y autonomía, generó una publicidad sesgada y malintencionada. No se escatimaron recursos económicos para desinformar, arguyendo que este movimiento regional quería dividir a Bolivia. Hasta se inventó un caso de terrorismo, cuyo juicio patrañero aún permanece en estrados judiciales. Como efecto de estas fake news, varios movimientos sociales o ciudadanos al ser engañados, acometieron con virulencia contra las sanas aspiraciones de Santa Cruz.

Hernán Pruden, un reconocido investigador y profundo conocedor de la historia boliviana, dijo respecto al llamado separatismo cruceño: “…simplemente el Gobierno central aprendió a utilizar el mote de separatista para acallar cualquier tipo de reclamo regional, en algunos casos incluso enviando tropas para sofocar rebeliones y alzamientos…” (2001).

Concluyo con una perogrullada: los regionalistas o separatistas nunca fueron los cruceños, sino el ostracismo, la represión y las fake news de aquellos gobiernos autoritarios, enganchados al sempiterno burocratismo centralista y corrupto, que todavía tiene a los bolivianos divididos.

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