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23 de junio de 2018, 4:00 AM
23 de junio de 2018, 4:00 AM

Cada cuatro años, el planeta se paraliza para disfrutar del Mundial de Fútbol. Esta cita despierta diferentes sentimientos: en algunos exacerba la competitividad, en otros la solidaridad, el compañerismo y la certeza de que, bajo condiciones similares, son más las características que nos igualan que las que nos separan.

La filosofía del fair play o juego limpio es el compromiso de la FIFA de garantizar igualdad de oportunidades a los contrincantes, así como el respeto voluntario de las reglas y del adversario. Sin embargo, el concepto de juego limpio va más allá del mero respeto o cumplimiento de las normas. Significa entender y superar lo que yo llamo el “huracán de presión social” del entorno, que en ocasiones nos empuja a alcanzar la victoria a toda costa y sin importar a quién nos llevamos por delante. Este es un riesgo que siempre estará latente en un espectáculo de masas como el fútbol.

En la baja Sajonia (Alemania) han implementado la Copa Fair Play como una manera de incentivar la cultura del juego limpio en los jóvenes. Este torneo funciona con un sistema de puntaje, válido para los 200 equipos que participan en las diferentes categorías. Los puntos son asignados durante las conversaciones en los vestuarios de jugadores, entrenadores y árbitros, con arreglo a un grupo de normas. Durante los partidos no se analizan solamente las acciones en el terreno, sino que también se evalúa el trato entre jugadores e incluso la conducta de los espectadores. Adicionalmente, cada equipo debe evaluar también la impresión general que tiene de su adversario.

Ahora bien, ¿qué paralelismo podemos plantear entre el juego limpio en el fútbol y nuestra vida diaria? Yo creo que mucho. Siempre tendremos la opción de apegarnos a las reglas, leyes o acuerdos sociales, asegurando la igualdad de oportunidades para todos. O de encarar la vida como una encarnecida competencia, donde lo único que importa es ganar, sin medir los efectos de los medios que utilicemos para alcanzar nuestro objetivo. Si además interiorizamos que es posible cooperar en lugar de competir, y nos comunicamos de forma no violenta para alcanzar nuestros objetivos, la fórmula está completa y tendrá mayores posibilidades de éxito.

¡Aplica el juego limpio en la copa de tu vida e impacta positivamente a quienes te rodean!

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