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24 de diciembre de 2017, 4:00 AM
24 de diciembre de 2017, 4:00 AM

La retórica y acciones del primer mandatario del país (y de su partido) han agudizado su alejamiento de la realidad y de las preferencias de la ciudadanía. 

Intelectuales estadounidenses han titulado a la Era Trump como la “post-verdad”. Aquí, sin embargo, la conocemos desde hace tiempo.
Frases extrañas como: “Yo no quiero (repostularme), pero no puedo decepcionar a mi pueblo” son descabelladas si consideramos el referéndum del 21-F. La soberanía popular optó por no reformar la Constitución precisamente para bloquear una repostulación de Morales.

¿Qué pasó con Evo? Pasó de ser un activista que exigía mayor participación política de los olvidados, a un monarca que se rehúsa a atender los pedidos del pueblo, al desconocer la soberanía popular que antes promovía. 

Las transformaciones
El MAS comienza su desnaturalización en 2005: Para triunfar en las elecciones, el líder sindicalista y sus ayudantes tuvieron que acercarse a intelectuales de clase media para atraer el voto de esa clase y de la ciudad. El acercamiento fue tan pronunciado que Álvaro García fue seleccionado como el candidato a la Vicepresidencia, un intelectual cochabambino de clase media.

H.H. Hoppe escribe en su Élites naturales, intelectuales y el Estado: “En última instancia, el curso de la historia está determinado por ideas, ya sean verdaderas o falsas, y por hombres actuando sobre ellas y siendo inspirados por ideas verdaderas o falsas. Solo mientras las ideas falsas gobiernen es inevitable una catástrofe. (…)”.

Según Hoppe, los intelectuales asumen con la llegada del sufragio universal y de la democracia moderna una posición poderosa en la vida política. Mientras que antes no tenían autoridad, estos educadores de una élite natural (con derecho de sufragio y que ostentaba el poder político), pasaron a convertirse prácticamente en la clase gobernante. 

Previo a esto, los intelectuales alrededor del mundo se desenvolvían habitualmente en un mercado libre de educadores y pensadores. Eran dependientes del financiamiento de privados y la calidad de su trabajo intelectual era garantía para obtener medios de subsistencia. Si la posición ideológica del intelectual perdía el apoyo del financiador, podía optar por buscar a otro que comparta la misma. De esta manera, la libertad de pensamiento de la clase intelectual estaba asegurada.

Con la llegada de la democracia del sufragio universal, esta situación cambia drásticamente. El intelectual tiene ahora mayoritariamente un financiador, el Estado. Las organizaciones para-estatales también deben incluirse: universidades estatales, organizaciones sin fines de lucro financiadas por el Estado (o sujetas a coerción por el mismo) o por un Estado extranjero.

Actualmente, solo contados intelectuales tienen la oportunidad de vivir de los frutos de su trabajo. Mientras el Estado tenga más fortaleza y decir en la vida económica y cultural de un país, corremos el riesgo de que la dependencia de los intelectuales sea mayor. Siendo la libertad de pensamiento la que más sufre. Los profesionales y empresarios padecen también de esta consecuencia, en menor escala y dependiendo del sector en el que se desenvuelven.

El Estado y los bolivianos

Desde hace casi 12 años, gracias a una coincidencia de bonanza económica producida por los precios mundiales de hidrocarburos, el nivel central del Estado ha aumentado su tamaño e influencia más nuestras vidas privadas. 

En vez de garantizar el futuro de próximas generaciones, el MAS despilfarró el dinero excedente creando un ‘leviatán’ con la formación de empresas estatales, aumento de la burocracia y un aparato de propaganda descomunal. Esto ha llevado a una dependencia mayor de intelectuales y profesionales hacia el Estado.

Una mirada a la lista de ministros y colaboradores cercanos al presidente, así como sus acciones, evidencian su mediocridad intelectual, profesional y moral. 

¿No es curioso que ningún integrante del oficialismo se hubiese pronunciado en contra de la habilitación a una reelección del presidente?, ¿alguno ha renunciado?

Los colaboradores que pudieron haber ayudado más al presidente, por principios decidieron alejarse hace tiempo del proyecto masista. Los que se quedaron y los nuevos, temen quizás a lo que podría suceder si dejaran el poder. Temen caer en el olvido y en las dificultades del libre mercado, donde no pueden estar protegidos de las exigencias de los consumidores y su baja calidad no sería solicitada.

El presidente permitió que un grupo de mediocres intelectuales lo instrumentalicen para obtener sus deseos y aspiraciones personales. Se dejó convencer de que él es imprescindible y de que es legítimo quedarse en el poder, con burdas comparaciones con sistemas políticos del extranjero que poco tienen que ver con el nuestro.

En lo personal, el presidente me da mucha lástima. Un cansado personaje político encadenado a los miedos y aspiraciones de mediocres intelectuales. Encerrado en un laberinto que no es de su diseño y que solo lleva a una salida: la soledad.

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