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18 de diciembre de 2018, 4:00 AM
18 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Reducir la dispersión opositora a solo dos candidaturas es la estrategia más inteligente para lograr la segunda vuelta.

Hay un consenso amplio entre la mayoría de la población sobre la necesaria unidad para enfrentar la pretensión de Evo Morales de eternizarse en el poder. El problema es que muchas veces se confunden dos planos distintos de la lucha democrática: el de la movilización popular, donde efectivamente es indispensable la unidad monolítica y el plano electoral, donde la idea de unificar todas las fuerzas de oposición en torno a una sola candidatura puede resultar contraproducente.

Es cierto que es fundamental reducir la dispersión inicial que vemos en esta precampaña, pero el objetivo debería ser el de consolidar dos candidaturas de oposición: una principal, con epicentro en el oriente para garantizar la federalización del país, y otra secundaria, encabezada por un postulante del occidente. Por supuesto que la candidatura principal también deberá expandirse hacia departamentos clave de la zona andina -entre ellos Potosí, con su aplastante 90% opositor-, para situarse a menos de 10 puntos porcentuales del MAS.

Este sería el diseño ideal para aprovechar las oportunidades que ofrece el sistema de segunda vuelta, donde cada una de estas dos fuerzas puede recoger en primera vuelta el apoyo de electorados distintos tanto en lo regional como en lo ideológico, étnico y social, para finalmente unificarse en el balotaje para derrotar al régimen.

En cambio, una sola candidatura de oposición casi con seguridad perdería ante el masismo, que puede ampliar su votación captando a los sectores del electorado descontentos con esa postulación única.

No es buena idea convertir las elecciones en una especie de referéndum polarizado entre Evo Morales y un candidato único antimasista. La unidad total funcionó en un plebiscito como el del 21-F porque no había candidaturas, con las opciones binarias de Sí y No, pero las discrepancias entre los votantes del campo opositor se profundizan cuando se empieza a hablar de postulantes y programas.

De ahí que lo más razonable sea una “estrategia de pinzas”, minimizando la dispersión a dos candidaturas, competidoras en primera vuelta y complementarias en la segunda.

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