Opinión

En la calle y más allá de la calle

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8 de enero de 2018, 4:00 AM
8 de enero de 2018, 4:00 AM

Ahora que ya han cesado los truenos de los petardos y el resplandor de los fuegos artificiales, ahora que la preocupación por las cenas de medianoche reposan en las alacenas del próximo año y ahora que los regalos ya no quitan el sueño de los que corrían para comprarlos ni de los que no tenían dinero para soñarlos, es buen tiempo para desearle a este mundo, a este país que la libertad de expresión y los viajes reinen durante todo el 2018, que el periodismo no se autoamordace, que nadie intente cortarle la mano, ni taparle la boca, ni hacerle sssh para que se calle, para que no revele lo que alguien necesita ocultar.  

Ahora que enero ya sacude sus alas intentando alzar vuelo, también es tiempo para desear que el periodismo se dé cuenta que la crisis de este rubro no solo se enfrenta a los fantasmas que el poder históricamente acostumbra soltar por los pasillos de algunas redacciones, ni por culpa del aún misterioso mundo de las redes sociales, sino que el enemigo puede estar más cerca y salta como un diablillo cada vez que se prioriza la rapidez loca por el tiempo prudente que necesita una buena historia para nacer y no morir segundos después de haber llegado a este mundo.
 También es tiempo para recordar. Recordar que el periodista y escritor Gabriel García Márquez no dejaba de analizar a este oficio que amaba, y que una vez reclamó con buenos modales que la calidad de la noticia se había perdido por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia. Y remató con esa frase certera: “A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que mejor se da”.

 Ahora que aún no ha llegado el Carnaval, también es tiempo para aplaudir que la noticia no es el único género para contar la realidad y que están disponibles las herramientas de la literatura para ponerle música y poesía a los textos, con la única condición de contar un hecho rigurosamente verdadero, que al leer parezca un cuento maravilloso. Y por suerte para el lector, hay quienes ya lo hacen y entonces, cuando uno se encuentra con esas narraciones, tiene más ganas de ser periodista. 

 Hoy es un buen día para sentir que el periodismo siempre puede ser mejor, para no creer que un smartphone hace a un periodista, que es verdad que las historias están en la calle, pero también más allá de la calle: en las rutas del contrabando y del tráfico de vida silvestre, en las emergencias de los hospitales y en los escondites remotos donde esconden a las personas desaparecidas. También hoy puede ser un buen día para enfatizar que el periodismo debe estar en todas partes, pero menos haciendo amistades donde anida el poder.

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