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14 de febrero de 2018, 4:00 AM
14 de febrero de 2018, 4:00 AM

Los sicólogos sostienen que la mentira que se enuncia de forma consciente tiende progresivamente a desvirtuar la propia verdad, de esta manera quién miente sistemática y conscientemente se aleja cada vez más de la realidad. Una mentira por lo general requiere de otras mentiras que la protejan, se genera así un círculo vicioso imposible de vender. El nexo entre el mentiroso y la realidad se hace cada vez más defectuoso y finalmente la única manera de alcanzar un mínimo de ‘certeza’ es haciendo que el mentiroso termine creyendo sus propias mentiras. Eso es exactamente lo que ha sucedido con los más altos dirigentes del oficialismo. Devorados por un océano de mentiras han terminado no solo creyendo sus propias falsedades, sino, alejados de forma alarmante de la realidad.

Los mensajes presidenciales que dibujan una Suiza irrisoria, los sueños de un progreso desproporcionado, la exageración casi paranoica de todo lo que el Gobierno hace o deja de hacer, la repelente manía de declarar hasta las más insignificantes acciones gubernamentales como epopeyas “nunca antes logradas”, y como telón de fondo la negación de la historia o su empeño por reescribirla a su exacta medida, son claros síntomas de que el masismo ya no comprende el país.

Su ceguera ha alcanzado tal nivel que las protestas multitudinarias son vistas como pequeños grupos. Cerca de medio millón de manifestantes son apenas unos miles, el código rechazado por toda la ciudadanía “es bueno”, un No a la reelección no es lo que el pueblo dice, el racismo vicepresidencial no es racismo,  los negociados de sus funcionarios son invenciones del imperio, el descontento de la sociedad expresado en las redes son acciones de la CIA, las plataformas sociales son grupículos orquestados por la derecha neoliberal; nada de eso es real, todo es armado. Mintieron tanto que ahora creen que todo es mentira: se han extraviado.

Lo grave de estos extravíos es que cuando nos lleven al despeñadero de sus desaciertos, la violencia, la pobreza, la ‘venezuelización’ del país y el desastre al que normalmente llevan las dictaduras de este tipo, no serán mentiras. En ese punto, ya será muy tarde para ellos reconocer la verdad, y para nosotros –si no damos batalla– muy tarde para corregir las cosas.

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