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8 de septiembre de 2018, 4:00 AM
8 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Uno de los efectos colaterales de la demanda marítima boliviana y la contrademanda del Silala contra Chile, es que se ha quebrado severamente el delgado barniz de racionalidad que otrora cubría la diplomacia chilena. Diplomacia heredera de la pedagógica prosa de Andrés Bello o la inspiradora obra jurídica de Alejandro Álvarez, el primero un titán diplomático y el segundo un pilar fundante de la tradición jurídica de la región americana.

Este resquebrajamiento ha puesto en evidencia grandes vacíos, silencios y orfandades del Gobierno de Chile. El vacío jurídico de su defensa, los silencios absolutos de la comunidad internacional frente a su posición defensiva de inspiración decimonónica y su absoluta orfandad de razón, justicia, verdad y bases históricas en su argumento; que han llevado a La Moneda a reemplazar diplomacia y derecho por bullanguería política y discursos irracionales.

Sobre lo primero, el vacío legal de la posición chilena se ha hecho más que evidente durante todos estos años del litigio por la salida soberana al mar, donde nuestro vecino ha tratado de desaparecer acuerdos, de resignificar palabras y desconocer sus múltiples promesas hechas en la investidura de grandes hombres de Estado de Chile. Simplificación desesperada, que ningún juez internacional asumirá como propia cuando existen más de cien años de conducta de buena fe que avalan la posición boliviana y no pueden ser simplemente borrados de la historia. En lo que se refiere al Silala, el Gobierno de Chile también se acaba de dar cuenta que su improvisada demanda de retaliación está produciendo un efecto totalmente indeseado. De demandante, Chile hoy se ha constituido nuevamente en un demandado al que le costará muchísimo trabajo convencer a una Corte que los canales y obras artificiales introducidas en los manantiales generan un curso de agua “natural” al que dice tener derecho. Muy al contrario, estas infraestructuras y flujo artificial que se encuentran en territorio boliviano están bajo la soberanía de Bolivia, quien deberá en su momento definir su destino futuro, que ciertamente priorizará la restauración de los hoy destruidos ecosistemas de los humedales del Silala y restituirá el agua para la vida y no para la minería contaminante.

En lo que se refiere a los silencios absolutos de la comunidad internacional, mientras el presidente Morales es recibido por importantes líderes mundiales y se dedica sin descanso a sellar alianzas de prosperidad e integración con sus vecinos y grandes socios internacionales en torno al Gran Corredor Bioceánico, la diplomacia chilena ha ingresado en un ostracismo que repite un monólogo poco creíble en torno a los derechos que nacen de una invasión y de la petrificada realidad que intenta revivir de la letra muerta del Tratado de 1904. No obstante, este abismo sería superable si el Gobierno chileno viera la potencialidad de futuro de nuestras iniciativas y los grandes ejemplos de paz perpetua que abundan en el mundo y que hoy estamos llamados a replicar.

Finalmente la orfandad de razón, verdad, justicia e historia en la posición chilena, han permitido que los herederos de Abraham König se instalen en las oficinas de Teatinos y preparen un libreto que con gusto amargo debe repetir el canciller Ampuero y su equipo. De otra manera, ¿cómo es increíble que un hombre tan culto y respetable como el canciller Ampuero pueda decir que Bolivia está “orientando” a la Corte a que “deje en reserva” información por unos días? Afirmación osada e irracional que, en primer lugar, es un insulto a la dignidad de la Corte más importante del mundo, que estamos seguros y bajo ninguna circunstancia perderá su objetividad e independencia con las partes; segundo, que desconoce un procedimiento estándar fijado por la propia Corte y que no depende de Bolivia; y, finalmente, que busca censurar lo que un Gobierno soberano quiera informar racionalmente a su pueblo en torno a la entrega de su escrito y en observancia a las normas de la Corte, debiendo, en todo caso, la misión chilena en La Haya haber gestionado con diligencia su pronta obtención.

Esta desafortunada afirmación no es más que el corolario de una serie de improperios que emergen del estado de nerviosismo e inseguridad en el cual la diplomacia chilena se encuentra sumergida debido a la contrademanda de Bolivia por el Silala y por las serias posibilidades que nuestro país tiene de recibir un fallo favorable en su demanda marítima. Como nunca, el Gobierno de Chile ataca desde todas sus esferas conservadoras al presidente Morales haciendo descarado intervencionismo en temas internos y, lo que es peor, haciendo coro a la oposición boliviana.

Si el Gobierno de Chile supiera leer con serenidad nuestra permanente invitación a mejorar nuestras relaciones a través del diálogo, a crear escenarios de victoria recíproca en proyectos ambiciosos de integración y a entender de una vez por todas que una acción judicial internacional no es un acto inamistoso sino un mecanismo pacífico de solución de controversias, ambos Estados podríamos ingresar en una nueva era de paz, seguridad e integración. No obstante, Chile parece desconocer lo que sabiamente afirmara Andrés Bello: “Los que no moderan sus pasiones son arrastrados a lamentables precipicios”.

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