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16 de enero de 2018, 4:00 AM
16 de enero de 2018, 4:00 AM

La frase le pertenece a Fidel Velázquez, el mítico dirigente sindical mexicano. Y parece apropiada para recordarla esta semana con una agenda que continuará con movilizaciones en varios departamentos, el Dakar que condiciona una acción de fuerza por parte del Gobierno por sus impactos internacionales, la crisis de gabinete y la elección de las directivas camarales. Los dos únicos datos estables son el presidente y el vicepresidente.

Sin embargo, la crisis está generando una inflexión discursiva y de actitudes en esta nueva defensa de la democracia. No se esperaba que fuera desde Santa Cruz ni de los sectores que están encabezando las movilizaciones, el remozamiento de una ‘agenda nacional’ con posiciones que han superado el espacio de lo local calificadas de conservadoras y han adquirido la calidad de vanguardia nacional causando sorpresas, en propios y extraños.

La crisis está demostrando la irrupción de unas variables cada vez más nítidas: la vida en ciudades, los jóvenes, las clases medias y las redes. Y contra ellas arremete sin misericordia el vicepresidente con un discurso cada vez más desvelado, dejándolo como el campeón de la violencia verbal y la confrontación. La última joyita, que las clases medias están en decadencia, es una burla a sus propias palabras que el proceso ha sacado a varios millones de bolivianos de la pobreza.

La respuesta a la crisis que se desbordó desde el martes 28 de noviembre hoy ofrece la posibilidad de construir una línea ordenadora sobre la base de tres propuestas:

1) Crítica radical al fallo del Tribunal Constitucional que pretende habilitar la reelección indefinida del presidente Morales; 2) la defensa nacional de la soberanía popular expresada en el referéndum del 21-F y, 3) la demanda de abrogación del Código del Sistema Penal.

Y siguen los despropósitos con características de chantaje que expresan que si el presidente Morales no continúa después de 2020, habrá inestabilidad social y política.

La crisis está dejando en evidencia un modo de organización diferente y que podría expresarse en un modo federal: son los territorios, los departamentos, con sus liderazgos quienes están construyendo una agenda nacional... Los tiempos, las palabras, las acciones, son diversas y creativas.

Todas suman y enriquecen. Es posible que sea más difícil de organizar, pero la experiencia señala que es más inclusiva, más sólida y más respetuosa con la libertad. Estoy pensando en Andrés Ibáñez, en el jueves 11 de enero con la creativa convocatoria de las promociones de los colegios que sumó una multitud, además del viernes con el paro cívico y la suma de transportistas y otros sectores. Son situaciones nada agradables, pero señal de un cansancio social frente a una actitud de atropello.

La crisis está dejando en evidencia que casi todo sería distinto si se respeta la voluntad ciudadana del 21-F. Si se quitara esa variable distorsionadora del debate, el conflicto sería manejable con otros instrumentos de negociación. La crisis y el estilo del presidente terminaron de agotar a los negociadores, con fotos de rostros patéticos.

La ‘ruta crítica’ lleva a las elecciones de octubre de 2019 y la posesión del nuevo presidente en enero de 2020. Y nadie se mueve de ella. Nadie. 

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