Opinión

El proceso de cambio, de chaqui

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20 de agosto de 2018, 4:00 AM
20 de agosto de 2018, 4:00 AM

No cabe duda que los procesos de cambio tienen muchas peculiaridades. En nuestro caso, son las luces y lujos superfluos de los hipotéticos representantes de las clases excluidas, que poco reflejan los principios de la teoría socialista que prometieron cumplir. El cambio se ve de lejos. Se muestra alto, amenazante y grotesco en medio de un centro histórico de escala humana que nos retrataba como somos; un país sencillo de apenas 11 millones de almas sin grandes palacios y con una rica historia, prostituida por un gobierno que perdió el norte y que se ufana de su despotismo, su falta de cultura, ética y estética.

Los últimos eventos parecen salir de la época del nefasto Melgarejo. Estos acontecimientos quedarán en la historia como un triste recuerdo de una época en la que se hacia lo que “le daba la gana al caudillo” con un inaudito sentido de responsabilidad. Revisemos: la joya más preciada de la nación, puesta en manos de un militar irresponsable, es robada en un área de prostíbulos. Luego, es devuelta por los ladrones, a quiénes la ahora “inteligente” Policía Nacional pretende apresar. ¿Qué quieren demostrar? ¿Sabían acaso los ladrones el contenido de la mochila robada?

La resaca del poder sigue con un diputado oficialista ebrio que se desnuda en un aeropuerto internacional vociferando insultos. El parlamentario es puesto en recaudo con medidas sustitutivas. Será juzgado por el Tribunal de Ética de la Cámara, presidido por una diputada de su propio partido que es recordada por escupir a sus críticos. ¿En qué manos hemos caído?

Lo absurdo y la arbitrariedad siguen. Recientemente, murió un conocido dirigente deportivo, el expresidente de la Federación Boliviana de Fútbol, quien no debió ser arrestado, ya que ninguna de las supuestas ilicitudes se hizo con dinero público. Es más, la FBF tiene un tribunal disciplinario, que debió haberlo juzgado. Es cierto que el gobierno no le implantó el tumor que le quitó la vida, pero sí quien dificultó hasta el final su tratamiento. Su esposa, también enjuiciada y arraigada por el mismo caso, recibe un “permiso para viajar” del ministro de Gobierno, en su gran apego a la “justicia”. ¿Cómo puede un ministro autorizar el viaje de una persona arraigada por la justicia ordinaria? ¿No es acaso atribución de un juez? Esto ilustra el nivel de injerencia del Ejecutivo en todo el aparato estatal y demuestra por qué el partido de gobierno no quiere dejar el poder. Temen que un rosario de irregularidades los lleve cientos de juicios y condenas. Sabemos ahora que nunca estuvieron en condiciones para hacerse cargo del país.

Lo peor para nosotros, es que todo sucede en nuestra mejor racha de recaudación, por los precios de nuestras materias primas. De todo este período, no quedarán más que las canchas, los estadios en ruinas, las anécdotas y los despilfarros de un proceso de cambio de chaqui.

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