Opinión

El periodismo tiene sus propios médicos

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5 de diciembre de 2018, 4:00 AM
5 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Resulta necesario proponer soluciones a los problemas que atraviesa el periodismo que se cocina en las redacciones de América Latina, más allá de este gran continente donde grandes y pequeñas historias aguardan que un periodista llegue hasta ellas para elevarlas al Olimpo de lo visible. Para contrarrestar al tsunami de las redes sociales y de la internet como medio creciente por donde ahora se están informando los ciudadanos del mundo, lo único que queda es echar mano de la joya mejor guardada que tiene el mejor oficio del mundo: hacer un gran periodismo. Y el gran periodismo se sostiene en los firmes hombros de la investigación que hace de la precisión su sentido de vida y que exige una calidad narrativa para que el texto no solo revele las vergüenzas mayores del poder o del crimen organizado, del narcotráfico o de las mafias que andan por ahí desgraciando un montón de vidas, sino para que seduzcan al lector y por esos momentos que dura la lectura ese hombre o esa mujer que tiene el periódico en sus manos, crea que está leyendo un cuento o una novela y que a la vez, en el fondo de su ser, sepa que todo, lamentablemente, es purita realidad.

El gran periodismo de esta y de otras partes del continente se sostiene por la profundidad de sus textos y por la poesía de su prosa. El color de la vida lo dan también las crónicas, ese género noble que es capaz de elevar al escenario de lo importante algo que nadie tomaba en cuenta ni sabía que existía. Una buena crónica toca las puertas de los lectores para decirle: mire, regálese este momento y disfrute, conozca a personajes desde otro ángulo de la realidad, mire el mundo con otros ojos.

El gran periodismo está en conquista permanente de sus lectores, oyentes y televidentes, ofreciéndoles la noticia caliente y también los grandes reportajes, descubre a través de la agenda propia lo que aparentemente no existe. Un gran medio de comunicación toma justamente a su favor los adelantos que va conquistando la humanidad y se une a ellos, y al final, lo que importa no es el soporte en el que se publican los textos, sino la riqueza de una historia y lo bien trabajada que esté.

Los médicos de prensa, no solo de América Latina, sino también del otro lado del mar, saben que los médicos que pueden curar los males que aquejan al mundo periodístico están en las mismas redacciones: son los directores, los editores y los periodistas de las propias salas de redacción los que saben cómo, porque ellos conocen la anatomía del oficio y son capaces de enfrentar el terremoto que viene causando internet y la herida que causaron algunos consultores que hicieron creer que la gente no leía y que por eso recomendaron hacer un diario para no lectores. Por suerte estaban errados.

Esto también se tiene que saber y recordar. Los lectores, salvo valiosas excepciones, compran un diario por su contenido más que por su publicidad. Y las empresas publicitan en un periódico porque la gente lo lee y tiene la confianza de que todo lo que se dice en él es verdad y nada más que la verdad. Una verdad confiable y sabrosamente contada.

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