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11 de febrero de 2019, 4:00 AM
11 de febrero de 2019, 4:00 AM

El papa Francisco, hasta ahora, no se ha involucrado para resolver la crisis de Venezuela. El papa ayudó a hacer un acercamiento entre Barack Obama y Raúl Castro, por ejemplo, y ha intentado acuerdos entre judíos y palestinos, pero no quiere ser parte de la solución del país sudamericano.

Tal vez podríamos enfocar la situación desde otro punto de vista: al no hacer nada (o prácticamente nada) en ese tema, lo que ha logrado el papa Bergoglio es ayudar al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Están claras las simpatías del papa: es amigo de los gobiernos llamados populistas y mira con desdén a los de tipo liberal. En eso es la otra cara de la medalla del papa Juan Pablo II. Éste fue un factor determinante en el derrumbe del comunismo. Bueno, el papa actual ha sido un factor para que el socialismo del siglo XXI, tenga más vida de la imaginada y, también, más legitimidad.

Con una cincuentena de países que no reconocen a su gobierno, con una hiperinflación histórica, con una devaluación permanente del dólar, con un país que no tiene alimentos ni medicinas, con cuatro millones de refugiados venezolanos dispersados por las Américas y Europa, en fin, con una economía destruida y los índices de inseguridad ciudadana por los cielos, Maduro todavía se aferra al poder. El respaldo militar es tan grande que no hay forma de tumbarlo. Su caída podría estar cerca, pero ya se ha hablado de eso antes, y no se ha cumplido.

El papa podría, en este escenario, jugar un rol más proactivo. Pensando en salvaguardar a su amigo y aliado Maduro, podría convencerlo de que abandone el poder a cambio de que lo dejen salir a él y sus colaboradores, por ejemplo, a Cuba o Uruguay y de que se firme una ley de amnistía que proteja a los chavistas. Ni modo. Ahora lo importante es rescatar a ese país, no pensar en vendettas.

Si hay alguien que puede interponer sus buenos oficios (nunca mejor dicho) en este asunto, es el papa. Si pudo juntar a EEUU y Cuba en el histórico deshiele, perfectamente puede ponerse manos a la obra y ser un factor que ayude a Venezuela a recuperar su economía, su tejido social, su esperanza. Ojalá Francisco pensara más en el bienestar de los venezolanos que en sus afinidades ideológicas.

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