Opinión

El día después de mañana

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20 de septiembre de 2019, 5:00 AM
20 de septiembre de 2019, 5:00 AM

Son varias semanas de desastre ambiental en la Chiquitania y la Amazonia. La pregunta pertinente es cuáles son las tareas que debemos enfrentar una vez que el fuego se extinga. Un primer paso, tal vez difícil, es reconstruir y entender por qué pasó el incendio forestal.

No me refiero a explicaciones generales, ambiguas y llenas de preconcepciones, sino a determinar con la mayor precisión posible los factores que explican el desastre que aún vivimos. Tenemos información precisa y documentada gracias a las instituciones públicas y organismos relacionados de dónde comenzaron los focos y cómo se expandieron.

Sobre esa base y cruzando con otra información, debemos establecer los grados de responsabilidad. Me refiero a cuánto se debió a un fenómeno mundial como el calentamiento global, qué parte a fenómenos climáticos puntuales como sequía y quiénes son los responsables del fuego, entre otros. Estas respuestas deberán ser bien respaldadas y probablemente hechas por un comité interdisciplinario.

Sin buen diagnóstico no es posible tomar las medidas adecuadas. De hecho, esa fue la premisa que guio a Ricardo Hausmann, Dani Rodrik y Andrés Velasco, profesores de la Universidad de Harvard en 2005, para formular una metodología para identificar las principales restricciones al crecimiento.

Menciono de paso que actualmente la Fundación Friedrich Ebert está coordinando un trabajo de varios especialistas para tener un adecuado diagnóstico sobre el desarrollo boliviano, siguiendo la metodología señalada, para postular políticas que puedan promover bienestar social y sostenibilidad.

La segunda etapa es formular las medidas adecuadas para evitar que esto vuelva a ocurrir. No podemos permitir nuevamente el luto de familias que perdieron a héroes como también el dolor de ver nuestra joya natural desfigurada y calcinada. Esto requerirá algo que es fundamental en una sociedad, como son los acuerdos.

Debo señalar que una de las ventajas del Plan de Uso del Suelo (PLUS) de 1995 es que fue concertado con los diversos actores involucrados, lo cual creó un marco de referencia para la producción y la protección.

En esta etapa requeriremos de una discusión seria y responsable, así como la capacidad de buscar el bien común y no sólo intereses particulares o gremiales. Hemos sido bombardeados con información de todo tipo que ha generado sensibilidades diversas y también nos ha nublado de una forma u otra la capacidad de comprender lo pasado. Por eso, en este momento afloran posiciones extremas en lo ambiental, regional, económico, por nombrar unas cuantas.

Pero llegado el momento debemos conciliar los intereses legítimos y plasmarlos en políticas públicas efectivas, cuantificables, realistas y con una temporalidad bien clara. Soy moderadamente optimista respecto a la coincidencia de intereses, por más que hoy parezcan lejanos e irreconciliables.

Como referencia, comparto la visión de futuro desde una parte importante del sector privado canalizada desde Cainco en 2016 y plasmada en una propuesta de desarrollo llamada “Desafíos del Siglo XXI”.

En ella se identificaron cinco áreas de acción importantes para Santa Cruz y Bolivia: población, economía, medio ambiente, bienestar social y tecnología.

Se puede consultar libremente en www.santacruzdata.com.

En el caso específico de medioambiente, se estableció que el principal desafío era resguardar la productividad del suelo cruceño. A su vez, éste implicaba tres retos puntuales: I) proteger áreas de alto valor ecológico; II) promover el uso de tecnología sostenible y de alta productividad; y, III) construir instituciones efectivas para proteger la naturaleza.

La traigo a colación porque refleja, en general, los intereses privados del bien común: conservar, producir y concertar. Éste es un gran reto para el desarrollo regional y nacional porque sin ellos o depredaremos o nos estancaremos o rivalizaremos permanentemente. Es el caos, similar a la película cuyo título inspira esta columna y que alude, coincidentemente, a un apocalipsis ambiental.

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