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6 de diciembre de 2017, 4:00 AM
6 de diciembre de 2017, 4:00 AM

Asombra ver cómo en nuestro país se      malemplea el uso de la palabra sedición como excusa para arremeter contra manifestaciones civiles y sembrar temor en la población. En Bolivia nadie busca derrocar al presidente del Estado, sino más bien reclamar vehementemente contra el abuso del Tribunal Constitucional que, violando la soberanía popular expresada en las urnas, permite que un individuo goce del privilegio de reelegirse indefinidamente.

Si bien es cierto que la violencia debe ser evitada a toda costa y es necesario mantener un clima de paz en la sociedad, la gente goza de plena legitimidad para protestar y gritar cuando ve que sus derechos están siendo pisoteados. Cuando la gente sale a la calle pacíficamente actúa bajo el imperio de la ley no solo nacional, sino también internacional.  

Los escolásticos de Salamanca, entre los que destacan Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Franciso Suárez, etc., son considerados padres del derecho internacional y precursores tempranos de ideas verdaderamente revolucionarias para el siglo XVII sobre teología, economía y derecho, como la del reconocimiento a la legitimidad de desobedecer a los líderes si estos actúan de manera injusta. 
Uno de los grandes méritos de estos pensadores fue centrar la atención en los derechos naturales del hombre como punto de partida para alcanzar una sociedad justa; tales como el derecho a la libertad, a la vida, a la propiedad, a pensar diferente, a la dignidad.  

Francisco Suárez fue el paladín de esta arremetida intelectual de gran repercusión en la España imperial y la Europa de los siglos venideros, defendiendo que los hombres nacen libres por su propia naturaleza y no subordinados a otros hombres, incluso pudiendo desobedecer y levantarse contra quienes obran con injusticia. Por tanto, se empieza a entender al pueblo como un conjunto de soberanos individuales con el poder de conducir su propio destino. 

Es así que después de siglos, sangrientas revoluciones, muertes y gobernantes abatidos por su angurria de poder, el derecho de los países reconoce estos principios como garantes de un orden democrático y de la justicia, cuyos principales defensores son los ciudadanos, en quienes reside la soberanía. 

En Bolivia ya se votó acerca de la reelección y se dijo No. Un tribunal no puede ir por encima de la decisión popular y, al hacerlo, está actuando sin legitimidad. Por tanto, no debe ser obedecido e incluso debe ser castigado según corresponda. 

La rebeldía, que siempre ha tenido el rostro joven, es hoy la encargada de hacer respetar la decisión popular ya reflejada en las urnas. Sin embargo, la rebeldía no es violenta. La violencia es propia de los tiranos que eventualmente se desmoronan. La rebeldía es alegre, burlesca y esperanzadora. La rebeldía canta, grita y sonríe. La rebeldía causa úlceras en las entrañas del autoritarismo y lo destruye desde adentro. 

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