Opinión

El caos poético

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11 de diciembre de 2017, 6:24 AM
11 de diciembre de 2017, 6:24 AM

Conocí la escritura de María Claudia Ardaya a través del Facebook, me llamaba la atención que sus publicaciones siempre estaban escritas en prosa poética, acompañadas de fotografías en blanco y negro de películas antiguas. Cada día seguía sus escritos devotamente e iba descubriendo a una jovencita que ya tenía un estilo definido, que hablaba de temas íntimos y existenciales, con el desenfado y la sinceridad que muy pocas escritoras de su edad se atreverían a hacerlo. 

Siempre que podía le hacía algún comentario, ya sea relacionado al tema del día o la calidad del texto. Así nació nuestra amistad virtual, que pronto se convirtió en real cuando nos conocimos en un café y descubrimos que teníamos muchas cosas en común. Me comentó que quería publicar y la animé a hacerlo, le di algunas sugerencias y le recomendé algunas editoriales y listo. Un buen día me escribió y me contó que ya había llegado a un acuerdo con la editorial Gente de blanco, que dirige nuestro amigo Alejandro Ibáñez, una iniciativa nueva en la ciudad de Santa Cruz que ya lleva algunos buenos títulos publicados, mis mejores deseos para ellos. Otro día me envió la tapa de su libro opera prima: Caos. 

Las prosas de María Claudia son breves, la mayoría no pasa de una página; sin embargo son intensas; en ellas se percibe a una escritora que, pese a su juventud, es madura en el tratamiento literario y filosófico de sus temas. Sus textos están envueltos en una atmósfera melancólica y por instantes hasta desencantada de la vida y sus alrededores; sin embargo la poeta se recupera y vuelve a través de la palabra a amar, a soñar, a vivir... 

El título del libro está bien elegido porque la palabra caos se repite en varios de los textos, a veces como un mantra para alejar el olvido y en otros como identidad. María Claudia dice: “Después de tanto has amado mi caos más que el tuyo y yo te he amado de la única forma que sé: intensamente”, y eso define a este libro: intenso. Leamos esta confesión del porqué de su oficio: “Me hice poeta después de unos cuantos engaños y algunas decepciones. Me convertí en poeta cada vez que sentía que no era lo suficientemente buena como para que alguien decida quedarse”.

Coincido con su padre, cuando en una de las prosas poéticas le dice: “Clara y contundente: Sonríe niña, te queda bien refugiarte en esos libros..., encontraste tu refugio niña/mujer y las palabras como el futuro son tuyos, que la poesía te sea propicia siempre”.

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