Opinión

El atronador paro cruceño

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18 de enero de 2018, 4:00 AM
18 de enero de 2018, 4:00 AM

Los viejos paros cívicos cruceños han renacido con un rostro insospechado de convicción. Santa Cruz ha tenido una jornada histórica. Ha construido el paro más transparente, más limpio, más honesto, más maduro y auténtico de la historia. El Comité Cívico, como cada uno de los ciudadanos, se sumó y respaldó un paro que se había ido gestando durante interminables jornadas de protesta en calles y WhatsApps, como nos sumamos todos por decisión propia, solidarios con el dolor nacional. Toda la población fue haciéndose parte de un acuerdo que maduró hasta hacerse palpable. No hicieron falta patrullas de matones que vigilaran ni que exigieran nada. El paro estaba latente dentro de cada ciudadano, dentro de cada conciencia. Era parte de la esperanza y de la sonrisa de cada uno de los tres millones de cruceños que convirtieron en silencio atronador la jornada del viernes en el departamento. Los incontrolables mercados estaban cerrados. Parecían de luto. Su gente, como la gente de todos los ámbitos, de todos los barrios, de todas las actividades, había decidido sumar su voz al grito cruceño. Todos, maduramente decidieron convertirse en reclamo y en grito. Nadie ponchó micros ni amenazó a vendedores.

Las decepciones y las impotencias se incuban y se contagian. Tres millones de cambas sobrellevan hace demasiado tiempo el desprecio avasallador de una cadena de golpes de los poderosos. El primer No había nacido tímido. Ha crecido como la espuma a ramalazos de inicuos fallos judiciales y de discursos insolentes. Así nos encontramos ahora unidos tres millones de almas que no podemos aceptar la pantomima de tribunales que se sienten con derecho a abrir las puertas que el pueblo cerró. Son tres millones que han gritado al mundo su determinación. Con temperatura de rabia han gritado su decisión con la serenidad y la firmeza que estremeció el viernes las calles de todo el departamento.

Lo han comprendido todos. Es clarísimo. Solo los de arriba viven en su mundo ficticio de omnipotencia y fatuidad palaciega. No entienden nada. Están en trance de aprobar o desaprobar el paro, como si alguien esperara su venia. Están por descender al vulgo a explicar comprensivos sus razones divinas, como si importaran a alguien sus argucias y mentiras. Lo que no hacen y no saben hacer es escuchar. No pueden entender lo que dice el pueblo. No se han enterado de que tres millones de voces les han dicho No y no se han enterado de que es una decisión que estamos dispuestos a gritar las veces que haga falta.

Santa Cruz se ganó un carnaval. Lo vamos a necesitar, porque la lucha será larga. Tiene que correr mucha tinta y mucha agua antes de que los poderosos, drogados de poder en su nube, se enteren de que estamos decididos a todo.

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