Opinión

¿Economía versus ecología?

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14 de agosto de 2019, 4:00 AM
14 de agosto de 2019, 4:00 AM

Economía y ecología, ambos términos tienen origen en el vocablo griego ‘Oikos’ que significa hogar. Economía, palabra formada por ‘oîkos’ casa y ‘nomos’ reglas, leyes, administración. Inicialmente, se refería a la buena administración de la casa, posteriormente se generalizó a cualquier tipo de administración.

La economía es una ciencia social que estudia cómo las personas, organizaciones y países gestionan los recursos. Tiene como objeto el estudio de las relaciones de producción, distribución, intercambio y consumo de bienes, servicios e ideas. Adam Smith es quizá el más famoso economista del mundo, considerado el padre de la economía moderna al ser el autor de una teoría que combina la historia, la naturaleza humana, la ética y el desarrollo económico.

Respecto a la Ecología: otra vez casa ‘oikos’ y ‘logos’ estudio: ciencia que se ocupa de conocer las relaciones entre los seres vivos y su entorno, la preservación y regeneración de recursos naturales; la protección de la vida natural y la reducción del nivel de contaminación generado por la humanidad.

El alemán Ernst Haeckel (1834-1919) es considerado el fundador de la ecología. La naturaleza tiene un valor por sí misma, independientemente del uso o cuidado que le den los humanos, y la economía está incrustada en la naturaleza, que es estudiada por la ecología y de donde se obtienen los límites al crecimiento material y problemas ambientales críticos.

Actualmente, la escala de la economía ha sobrepasado el límite sostenible afectando la resiliencia (capacidad de recuperarse) de la misma naturaleza, que es el soporte material vital para la humanidad. Los modelos de crecimiento económico imperantes a escala mundial conducen al agotamiento paulatino de los recursos naturales, a la degradación ambiental y al aumento de la pobreza, reforzando la idea de falta de solidaridad intergeneracional. Así como está y va el mundo, la ignorancia solapada, la avaricia, la figuración, el oportunismo, la falta de escrúpulos y la angurria por la divisa verde (el único verde que les cae bien) hacen ver que el encuentro y coordinación entre la economía, la ecología y la ética son temas de ciencia ficción.

La economía y la ecología van relacionadas al uso de recursos, haciendo la diferencia solo en el manipulador de los recursos; que en el caso de la economía es el hombre, mientras que en la ecología es la naturaleza misma.

La naturaleza, economía y sociedad deben coevolucionar y entenderse. Sin embargo, con una intención positiva y conciliadora, con una distribución más equitativa y racional de los bienes se podría crecer y reducir la pobreza, pero para ello es imprescindible lograr una acción consecuente de los actores políticos y una participación efectiva de los ciudadanos activos económicamente e interesados en integrar los objetivos del desarrollo económico y social con la conservación ambiental, lo que se agrupa en desarrollo sostenible.

El modelo imperante en el país se apuntala en un tipo de crecimiento económico en cuya ejecución se consumen enormes recursos económicos y que paradójicamente destruyen grandes riquezas durante su puesta en marcha acabando brutalmente con ambientes naturales. Una amplia literatura científica sobre el tema nos da a entender que todo el sistema económico se asienta sobre un mundo físico, del que depende en última instancia y que funciona en base a las leyes propias de la naturaleza. Es decir que, al degradarse la naturaleza, se deteriora todo el sistema económico y social en el que se desenvuelve la vida humana.

Es curiosa la contumacia de muchos al pretender organizar la vida humana con la única referencia de los cambiantes diagnósticos y preceptos de una ciencia social, la economía, mientras no se toman en cuenta las leyes de la ecología que explican las bases para perpetuar la vida de las distintas especies, incluida la humana.

Más allá de algunos fundamentalismos conservacionistas, lo que está en juego es la posibilidad de que los humanos, incluyendo las futuras generaciones, podamos vivir sobre este planeta con un razonable grado de bienestar sin despilfarro. Este es el reto de una economía sostenible, preparada para abarcar aquellos aspectos de la realidad que la economía-ficción dominante es incapaz de interpretar adecuadamente. Nada puede ser más inútil en el momento presente que una concepción de lo económico separada de lo ecológico.

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