Opinión

Droga en los colegios

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23 de junio de 2018, 4:00 AM
23 de junio de 2018, 4:00 AM

Hay droga en los colegios de Santa Cruz y ese es un problema que demanda urgente atención de las autoridades en todos los niveles.

El esfuerzo de la División de Microtráfico de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (Felcn) es valioso, pero lamentablemente insuficiente en una ciudad con población creciente, en la que el consumo de estupefacientes es un enemigo que acecha y ataca a la juventud.
En lo que va del año hubo operativos en 44 establecimientos educativos de la capital y se detectó a nueve estudiantes con droga, dos de ellos con la cantidad suficiente como para suponer que eran distribuidores. El dato es gravísimo. 

En primer lugar, la fuerza policial, que cuenta con pocos efectivos frente a la gran necesidad, no tuvo la capacidad para llegar a 3.392 unidades educativas que hay en el departamento (cifra proporcionada en un informe del Servicio Departamental de Educación). Se operó en 44 centros únicamente, que son parte de un programa piloto que necesita mayor respaldo. Lo que se ha logrado es encender las luces de alarma para saber que los niños y adolescentes de esta región sí están amenazados por traficantes de droga que quieren enviciarlos para expandir su nefasto negocio.

Desde la cumbre nacional de seguridad ciudadana, realizada en 2012, se acordó que las gobernaciones deben destinar el 10% de su presupuesto a seguridad ciudadana. Se sabe que con estos recursos instalaron cámaras de seguridad, compraron vehículos y otros insumos para las tareas de la Policía, por lo que está visto que ese monto puede ser insuficiente para atender una necesidad urgente y prioritaria para los bolivianos.

La prevención del consumo de drogas en los colegios debería ser una tarea conjunta del Gobierno nacional, las gobernaciones y las alcaldías del país, a los que deberían aportar también la empresa privada y la sociedad civil. Se trata de una misión que requiere un esfuerzo multidisciplinario que pasa por la capacitación de docentes, la concienciación de los estudiantes, así como la generación de actividades deportivas y culturales que permitan ocupar el tiempo de ocio, alejando la posibilidad de sumergirse en el mundo de las drogas y las adicciones.

No alcanza con que haya esfuerzos aislados. Lo que se necesita es que el problema del consumo de estupefacientes sea una prioridad nacional, con presupuesto específico, con un marco normativo y con políticas concretas para cuidar o salvar a las nuevas generaciones, que son el presente y el futuro de Bolivia. 

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