Opinión

Dos años después de la tragedia de LaMia

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28 de noviembre de 2018, 4:00 AM
28 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Eran las 22:15 de Colombia cuando el avión se vino abajo con 68 personas y nueve tripulantes. Pocos sabían entonces de la existencia de los vuelos chárter de la improvisada aerolínea LaMia, que se creó en Bolivia para atender especialmente a los clubes de fútbol sudamericanos, con una solitaria nave del cuestionado empresario Ricardo Albacete, de millonarios negocios en la Venezuela de Chávez y de Maduro.

La terrible tragedia ocurrida hace dos años se ha convertido en un símbolo de lo peor que pudo suceder en la aeronáutica civil, salpicando a por lo menos cuatro países de la región. Resulta inexplicable cómo pudo operar una empresa como LaMia, en medio de bochornosas falencias toleradas por la institucionalidad de Bolivia, Argentina, Brasil y Colombia, fundamentalmente. Solo la convivencia de la influencia con la complicidad podrían llegar a explicar que el avión haya volado tantas veces casi en forma amateur y al borde del abismo, exponiendo la vida de deportistas y delegaciones de estrellas, como la propia selección de Lionel Messi.

A pesar de la gravedad y la repercusión mundial de la tragedia, en la que se perdió a la mayoría de la delegación del Chapecoense, apenas se ha llegado a establecer las causas y algunas responsabilidades, pero hay muchísimas preguntas que no hallan respuestas ni explicaciones claras, sobre todo en los tribunales de los países por los que voló la nave. Son algunos medios de comunicación los que insisten en conocer las verdades de lo ocurrido y, al menos, que se haga justicia con los seis sobrevivientes y los familiares de las 71 víctimas. Es doloroso ver el calvario de algunos parientes de los fallecidos, que peregrinan por las naciones involucradas en el desastre, a la espera del desembolso del seguro.

Sorpresivamente, acaba de aparecer el anuncio de un millonario juicio a LaMia y a los aseguradores de parte del empresario Ricardo Albacete, hasta ahora ignorado por la justicia, a pesar de algunos testimonios que lo aluden como el verdadero dueño de la aerolínea creada en Bolivia, con el mismo nombre y la nave con la que pretendió operar sin éxito en Venezuela, por un veto a su licencia.

El testimonio de Albacete es clave para conocer los detalles de las pésimas condiciones en las que funcionaba LaMia y los pormenores de la autorización de funcionamiento que le otorgó el Gobierno boliviano, sin tomar en cuenta el antecedente de la desautorización de sus operaciones en Venezuela.

Se sospecha de un supuesto padrinazgo o protección en nuestro país, pero se hizo poco para confirmarlo o descartarlo. Tampoco se ha informado de medidas contundentes de las autoridades de la aeronáutica civil boliviana para evitar, después de esta tragedia, las escandalosas improvisaciones y la negligencia que quedaron expuestas con LaMia. Se supone que dos años después deberíamos volar en forma más segura en Bolivia, pero no tenemos esta certeza.

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