Opinión

Don Pastor Mamani y los bolivianos de honor

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24 de marzo de 2019, 3:54 AM
24 de marzo de 2019, 3:54 AM

Debemos recuperar a los bolivianos dignos. No es fácil. Leo las noticias del día y lo verifico una vez más: los indignos reciben su paga. Don Pastor Mamani, ex magistrado del Tribunal Constitucional, ha sido designado como embajador de Panamá. Un adulador patológico del presidente Morales recibe su premio. La lealtad genera una factura que el gobierno paga gozoso: “Vaya, señor Mamani, se lo merece, fue leal”. Vayamos más atrás para entender este nuevo destino de la ex autoridad del Estado de Bolivia.

Este modelo no ve a los individuos como sujetos con derechos. No es un sistema que apuntale una mirada democrática respetando a cada ciudadano por igual. Su lógica de vinculación con los ciudadanos tiene un triple componente: uno, los clasifica en socios y no socios. Aunque en su lenguaje se usen conceptos como compañero o hermano para definir el ‘nosotros’, el término apropiado se acopla perfectamente a parámetros de sociedades económicas: socios. Están en juego negocios, no revoluciones. De ‘revolución democrática’ queda poco. De empresa privada clandestina queda mucho. Dos, expulsa a quienes habiendo estado dentro, cometen un ‘desliz’ (criticando la corrupción, por ejemplo) y ‘traicionan’ al clan. Se juzgan las acciones en función a lealtades, no de valores. Si los actos ilegales fortalecen al clan, no hay nada que objetar y quien ose hacerlo debe pagar caro, no solo quedando expulsado sino perseguido y hasta asesinado. Y, tres, se premia a quienes demuestran defensa intransigente de la “familia”. Quien ayude a la pervivencia y crecimiento del núcleo sectario, obtiene ascensos, emolumentos y reconocimientos públicos. He ahí don Pastor Mamani.

En suma, este modelo se aferra a las manzanas podridas, las enaltece si son fieles y, simultáneamente, margina a los ‘sanos’. A aquellos que al comenzar esta reflexión he llamado bolivianos dignos. De ellos quiero hablar, de los ‘limpios’, que osaron criticar al régimen.

He ahí el dirigente máximo de los empleados de ENTEL, Franz Siles, que denunció la corrupción en esta empresa; Guadalupe Cárdenas, dirigente del sindicato de esposas de policías, que osó revelar el modus operandi de una Policía que transa apoyo al régimen a cambio de negocios e impunidad; o Alex Villca, que se atrevió a criticar el intento de construir plantas hidroeléctricas en el Chepete y El Bala. Han sufrido el rigor del poder. Al primero le han dado muerte civil echándolo de su fuente de trabajo, a la segunda la metieron en la cárcel por 17 meses además de amedrentarla con más de veinte juicios y al tercero lo tienen amenazado de muerte. ¿Qué es lo remarcable? No tanto la tónica abusiva y autoritaria del gobierno. Eso lo sabemos. Lo remarcable es que Siles se parapeta firme en su denuncia sobre el manejo arbitrario de Entel, Guadalupe no declina en su lucha a favor de la ‘tropa’ policial (aquella que ve cómo los mejores sueldos van a pocos generales leales) y/o Villca que sabe que el Amazonas es sagrado y se debe proteger.

Mi más profundo respeto y admiración por estos ciudadanos bolivianos, verdaderos bolivianos de honor.

¿Hay más? No tengo duda, pero van convirtiéndose en la excepción. Ahí detecto a Zvonko Matkovic quien, pese a no tener una acusación seria en su contra en el caso “Hotel de las Américas”, no declina. Denuncia con firmeza y, aunque le ofrecieron libertad a cambio de declararse culpable, no lo hizo. Veo a Adolfo Chávez quien, pese al exilio, defiende incansable el rol de una Cidob autónoma, capaz de parapetarse como un interlocutor de tú a tú con el gobierno y no, como ahora, con esta organización fagocitada por el régimen. Diviso a Franklin Gutiérrez quien tuvo la ‘imprudencia’ de ser cocalero de los Yungas y dejar claro que es la coca de Chapare la que va al narcotráfico. Murió su hijo mientras él estaba en su celda y aún así no desfallece.

Hay más. Ya fallecidos como José María Bakovic, que criticó la escandalosa corrupción en la oficina encargada de la construcción de caminos, o el estudiante de la UPEA Jonathan Quispe, que dio la cara junto a jóvenes alteños en la lucha por el respeto al voto del 21 de febrero de 2016. Dieron su vida y es imprescindible recordarlos.

Estos ciudadanos van volviéndose la excepción y don Pastor, y los don Pastores, la regla. Eso es dramático. Qué ganen los indignos es la prueba de la decadencia de este “proceso de cambio”. No puede ni debe ser. Debemos recuperar a estos ciudadanos que dan la cara y se enfrentan a ese modelo de las manzanas podridas. No es fácil ubicarlos. He comenzado esa tarea en una entrevista con Franz Siles publicada en Brújula Digital. Espero hacer más. Quien pueda apoyarme en esta campaña de reivindicación de los ‘bolivianos de honor’ puede escribirme al WhatsApp 70612862. Sé que hay muchos de esos bolivianos. Claro que sí.

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