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14 de diciembre de 2018, 4:00 AM
14 de diciembre de 2018, 4:00 AM

La candidatura del binomio Evo Morales-Álvaro García Linera me recuerda a Ben Jhonson, el famoso atleta canadiense de origen humilde, negro, que en su momento fue un astro. Ambicioso, en vez de retirarse a tiempo, optó por seguir en carrera. Usó el camino torcido, el dopaje. Aunque ganó, luego fue obligado a devolver la medalla y su récord de permanencia en la pista y de velocidad fue borrado para siempre. La historia del deporte -patético Diego Maradona dando positivo con cocaína- y la historia universal -Nerón es un caso- están plagadas de esos ejemplos de hombres que atorados por el poder cambian su biografía positiva por una ilusión de gloria. Gloria que es solo espejismo, los pies, el cuerpo se hunden en el fango.

Pase lo que pase, Morales/García están derrotados. Ya perdieron. Cuando alguien necesita usar dopaje para habilitarse, el sendero chueco, es porque está decrépito.

Es tan vergonzosa la habilitación de la propuesta del Movimiento Al Socialismo que los titulares del Tribunal Supremo Electoral se reunieron en secreto, de noche y en una casona alejada. La temblorosa María Eugenia Choque no soportó una sola pregunta, no podría responderla, escondió el rostro bajo la manga. Salió corriendo de la sala.

Las fotos de aquella jornada nos muestran a un grupo de funcionarios con la mirada baja, ninguno tiene la frente en alto. Sus rostros dibujan un rictus tenso, fruncido. Más parece el registro de un funeral que la fotografía de un organismo electoral compartiendo con la población una importante noticia.

Un funeral con los bichos que habilitan las tinieblas.

El Órgano Electoral está también derrotado. Es difícil imaginar cómo se sienten en el día a día, cuando llegan al hogar, a un local, a la oficina. ¿Podrán decir, a futuro, “yo fui parte del gran Tribunal que habilitó a Evo”? ¿Estarán orgullosos sus hijos, sus amigos? El árbitro electoral, creado con el voto universal en 1958, escribió un historial de altas, bajas y muy bajas notas. En 1978 funcionó después de 18 años. La dictadura de Hugo Banzer preparó el terreno para entregar la presidencia a su delfín, el General Juan Pereda. Un enorme fraude fue preparado con cambios de papeletas, secuestros de urnas y conteos amañados. Los vocales de la Corte Electoral no aceptaron aquello y anularon los comicios.

Una Corte mediocre, pero suficiente administró las elecciones de 1979 y 1980. Entre 1984 y 1989 las cortes empeoraron hasta que en 1990 se cambió a la “banda de los cuatro” por los notables.

Desde 2009 la Corte ingresó a un ambiente diferente con nueva ley y a la vez con nuevos actores, de funcionarios se volvieron cortesanos. Wilma Velasco sintetiza esa tragedia, egocentrismo, cobardía, falta de eficiencia, falta de eficacia y de transparencia.

Hubo esperanza en el profesionalismo de algunos de los últimos vocales, pero aquello ya no es posible. El rol de Antonio Costas como Caballo de Troya masista provoca un creciente malestar en la población.

Es importante que el ciudadano cuide su voto, el fraude se cocina lentamente desde notarías, cortes departamentales, vocales nacionales, sistemas informáticos.

Un primer dato, ¿en qué queda la papeleta multicolor y multisigno?

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