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22 de febrero de 2018, 4:00 AM
22 de febrero de 2018, 4:00 AM

La movilización popular y cívica del país en estos meses tiene como objetivo la defensa del sistema democrático del ataque que le hizo el oficialismo cuando usó el Tribunal Constitucional para alterar sus fundamentos.

Uno de ellos, quizá el más importante de la democracia, es el carácter igualitario y universal a los requisitos de participación, difusión de las opiniones, postulación de los candidatos y votación. En otras palabras, que el sistema no haga distinciones entre los competidores, que no esté sesgado y amañado para beneficiar a uno en perjuicio de los demás.

Cuando el Tribunal Constitucional, sobrepasando en mucho sus atribuciones legales –y, como ya sabemos, a cambio de prebendas– quitó una regla (la prohibición de una segunda repostulación directa) porque la misma desfavorecía a dos individuos y a un partido político, le arrebató a la competencia electoral de 2019 de su limpieza y su justicia. Hizo lo mismo que si, en medio del campeonato mundial de fútbol, la FIFA decidiera cambiar la regla que impide que los jugadores doblemente amonestados o expulsados jugar un siguiente partido, solo para evitar que Argentina perdiera a Messi o que Portugal jugara sin Ronaldo en un partido crucial para sus aspiraciones. ¿Qué diríamos entonces? Quizá algunos analistas deportivos –seguramente provenientes de los países beneficiados por la FIFA– dirían que esa “pequeña” alteración de la regla no tiene nada malo, pues al final los resultados dependen del desempeño de los equipos y Messi, Ronaldo o cualquier otro puede jugar mal. O, quizás, dirían que el reglamento del fútbol no puede quitar a la gente el ‘derecho’ de ver a sus jugadores favoritos o el ‘derecho’ de estos jugadores a jugar (quizás incluso hablarían de su ‘sagrado derecho a trabajar’).

Al mismo tiempo, la mayoría de los pobladores del planeta sabría y diría la verdad: “Se está cometiendo un engaño, la FIFA está comprada y el campeonato ha sido torcido para que uno gane, como se dice, ‘fuera de la cancha’”. Esto arruinaría el campeonato mundial, que perdería su valor. Y todos protestaríamos contra ello.

Este ejemplo describe lo que ocurre en el país hoy. Lo que mueve a la gente a movilizarse y expresarse en contra del fallo de la reelección y por el respeto de la voluntad popular expresada el 21 de febrero de 2016 es la indignación que despierta la conciencia de una injusticia.

Somos parte de un pueblo que ha batallado por siglos contra el abuso y la opresión. Tuvimos que sufrir y vencer a los caudillos del siglo XIX, a la democracia restringida, a los partidos hegemónicos y antipluralistas. En este proceso hemos aprendido cuál es el modo de vida que queremos. Una democracia sin árbitros ‘bomberos’ ni resultados ‘en mesa’, y con reglas que sirvan para todos; una democracia que garantice la paz y no excluya a ningún boliviano. Este 21 de febrero reafirmaremos nuestro compromiso con ella.

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