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6 de junio de 2018, 4:00 AM
6 de junio de 2018, 4:00 AM

Igualdad y  libertad son dos idearios de la democracia. El proceso de cambio en Bolivia  los incluyó en su discurso e institucionalizó en la Constitución Política del Estado. En palabras de Alain Touraine: “La gran reforma constitucional de Evo Morales está considerada dentro del continente como uno de los acontecimientos más importantes de la historia social”. 

Sin embargo, desde el momento en que el  Tribunal Constitucional Plurinacional habilitó la cuarta postulación presidencial consecutiva de Morales en el 2019 e ignoró los resultados del referendo del 21 de febrero del 2016 (decisión colectiva), que negaron tal posibilidad, se derrumbó la creencia del peso y efectividad del voto ciudadano, elemento básico de la  arquitectura institucional  de la democracia intercultural, y afectó a la igualdad política que, de acuerdo a Robert Dahl, “es una premisa fundamental de la democracia”.

Más aún, cuando una autoridad política cuestiona que una ciudadana boliviana manifieste en un evento público su disconformidad política por el desconocimiento del 21-F, poniendo énfasis en su origen regional, se genera una evidencia del alto riesgo que empieza a correr la libertad de expresión y pensamiento (precondición de la democracia) cuando el tiempo se va reduciendo en relación con las elecciones del 2019.

Deseo subrayar que el Gobierno desconoce  la concepción de democracia que tiene como condición  imponer límites al poder mediante reglas de juego, otorga peso e influencia del  voto ciudadano en las decisiones colectivas y, sobre todo, se funda en un pacto social, pero reconoce fielmente su perspectiva de democracia social: generación de bienestar económico y otorgamiento de derechos  políticos a sectores populares e indígenas (no necesariamente condiciones para ejercerlos), para así justificar ideológicamente en su discurso la legitimidad de su interés de continuar en el Gobierno.

Con esto quiero decir que, para salvaguardar su propuesta política, ha torcido el significado de alternancia: es el voto del  pueblo soberano el ‘único’ que puede decidir si continúa o no de gobernante, porque él (Evo Morales) tiene el derecho político a postularse a la presidencia, sin importar  irrumpir en  la norma que lo limita  a dos  periodos continuos de gobierno. Una arremetida de carácter populista que refleja lo que el politólogo Michelangelo Bovero plantea como “hostilidad hacia el orden consolidado en las arquitecturas institucionales, el descrédito de las constituciones, en general, el desprecio por las reglas y la ausencia de una cultura de la legalidad”. 

Es así que, alternancia bajo la lógica del gobierno del MAS versus alternancia como respeto a las decisiones colectivas amparadas en reglas de juego que devienen de un pacto social, es un dilema que vive Bolivia hoy. Como resultado de esta contradicción, los idearios de la democracia se empiezan a desvanecer, lo cual implica que la gente ya deja de creer. Una situación crítica que urge revertir con discursos propositivos y no reaccionarios al calor del día.  

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