Opinión

Decencia electoral versus asalto electoral

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11 de abril de 2019, 4:00 AM
11 de abril de 2019, 4:00 AM

Tenemos elecciones como todos. En todo el mundo democrático se celebran elecciones para renovar gobiernos. Es viejo invento en todas las culturas de todas las latitudes. Convencidos de que no hay que descubrir otra vez la pólvora, averiguamos cómo hacen estos procesos en otras partes del mundo. Descubrimos maravillas. Va solo un detalle.

En Europa nos encontramos con legislaciones que dan envidia. Envidiables, porque muestran preocupación por hacer sus procesos cada vez más limpios, más justos, más ecuánimes, más inteligentes. Un ejemplo sencillo. El artículo 50 de la ley electoral de unos de esos países, entre otros, tiene estos dos incisos:

2. “Desde la convocatoria de las elecciones y hasta la celebración de las mismas queda prohibido cualquier acto organizado o financiado, directa o indirectamente, por los poderes públicos que contenga alusiones a las realizaciones o a los logros obtenidos, o que utilice imágenes o expresiones coincidentes o similares a las utilizadas en sus propias campañas por alguna de las entidades políticas concurrentes a las elecciones”.

3. “Asimismo, durante el mismo período queda prohibido realizar cualquier acto de inauguración de obras o servicios públicos o proyectos de estos, cualquiera que sea la denominación utilizada, sin perjuicio de que dichas obras o servicios puedan entrar en funcionamiento en dicho periodo”.

Desde que se convoca a elecciones prohíben usar como propaganda la gestión de las autoridades. Se les prohíbe hacer inauguraciones, se les prohíbe hacer noticia de las obras realizadas, se les prohíbe alardear de los servicios que prestan por oficio y hasta se les prohíbe prometer servicios que no han ofrecido antes. Es la población la que tiene que sorprenderse con la realidad, la que tiene que valorar lo logrado ¿Qué le parece? Es otro estilo de hacer política. Es de altura. Hay respeto a la gente y a la inteligencia de la gente.

Estamos lejos. Nuestros presidentes lo pueden todo. Pueden reír, llorar, inventar cifras y promesas, inaugurar obras o fantasías, en cualquier estilo de farsa embaucadora ¡Pero si nos parece normal que el avión presidencial o la camioneta municipal lleven al candidato oficialista, con su séquito de empleados públicos, para alardear de lo que fue su obligación!

Allá ya hilan muy fino. Cuidan que la autoridad no saque provecho partidario del ejercicio del gobierno. Aquí todavía peleamos para que los gobernantes no nos cambien la Constitución para entrar a las elecciones por la puerta trasera.

Quizás las elecciones nos sirvan para avanzar, para llegar a esos niveles de limpieza y de corrección. Ojalá elijamos gobiernos cada vez más honrados y más respetuosos. Otros lo han logrado.

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