Opinión

Curitiba vs. Santa Cruz

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20 de septiembre de 2019, 5:00 AM
20 de septiembre de 2019, 5:00 AM

Tuve la oportunidad de haber vivido en el primer lustro de la década de los ochenta en Curitiba, capital del agroindustrial estado de Paraná. Eran tiempos de cambio y de revoluciones ideológicas en Bolivia y en el Mundo. Mientras en Bolivia nos debatíamos entre la vida y la muerte por la inflación galopante de más de 5 dígitos (record mundial de 17 mil por ciento al año en 1982), en Brasil se salía de un proceso de dictaduras militares, en las que el estado tomó el control y potenció un gran boom económico sin precedentes.

precedentes. No pasaron muchos días cuando comenzamos a darnos cuenta de las características especiales que tenia Curitiba en lo urbanístico. El alcalde de la ciudad, un arquitecto urbanista, Jaime Lerner, había implementado un sistema de transporte público que consistió en definir y construir calles y avenidas exclusivas para el tránsito de unos autobuses articulados (dos vagones) con capacidad para transportar hasta 120 personas denominados “minhocas” (gusanos), que cruzaban la ciudad de norte a sur, de este a oeste y que tuvo la gran virtud de sustituir los onerosos costos e inversiones que significaba la construcción del Metro. Este sistema ha tenido tanto éxito que ciudades como Bogotá y Quito han importado de Curitiba esta solución con un marcado éxito.

Jaime Lerner, también implementó un sistema de parqueo público pagado en las calles del centro de Curitiba, mediante la concesión a una empresa que no solo controlaba el cumplimiento y ordenamiento del parqueo de vehículos en las calles, sino que sirvió como una fuente de financiamiento para programas de educación vial y control del transporte urbano.

Con referencia a la basura, instaló basureros en toda la ciudad. Compró equipamiento para la limpieza de las calles, camiones para recoger basura, máquinas para lavar y barrer calles y contrató un ejército de limpieza en la ciudad y en los mercados que en las mañanas cuando los ciudadanos salían a la calle, parecía como si alguien se hubiese levantado en la madrugada a limpiar cada canto de la ciudad, y así se hacía.

Los parques urbanos o centros de esparcimiento en espacios verdes fue un punto importante. Se crearon varios parques, se concesionaron y se definieron áreas exclusivas con permisos especiales para que funcionen ferias de las calles y se asienten vendedores callejeros. Todo ordenado y cada cosa en su lugar. Con relación a los mercados, los pasillos limpios, cada vendedor en su caseta, cada tipo de alimento en su sector predeterminado, los precios a la vista e increíblemente los vendedores de comidas, sándwiches y demás golosinas, todos con guantes, con barbijos y con una ostentación de higiene que daba ganas de sentarse y adquirir cualquiera de las delicias que se ofrecían. Ni qué decir de los jardines y aéreas publicas como la afamada “Rua 15 de Novembro” un tradicional paseo peatonal, en pleno centro de la ciudad.

Limpia, ordenada y llena de macetas con flores, que combinado con la arquitectura de la vieja ciudad paranaense, daba la sensación a los visitantes de trasladarse a cualquier ciudad europea. Entonces y lógicamente como era de suponer nos preguntamos ¿Por qué Curitiba en términos urbanísticos y municipales tuvo y tiene tanto éxito y Santa Cruz de la Sierra no? La respuesta es muy sencilla, nuestra ciudad es gobernada por un cartel siniestro compuesto por políticos incapaces, transportistas abusivos, gremialistas renegados y vivanderos oportunistas, que todos los días hacen su mejor esfuerzo para hacer nuestra vida más infeliz.

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