Opinión

Cuando no basta un mierdazo

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28 de enero de 2018, 8:00 AM
28 de enero de 2018, 8:00 AM

Muchos han aplaudido el más reciente exabrupto del alcalde cruceño Percy Fernández, que mandó a la mierda a un grupo de gremiales que resiste su traslado al nuevo mercado construido por la municipalidad a unos siete kilómetros del centro de la ciudad. Entre los que aplaudieron la furibunda reacción de Percy figuran incluso varios críticos acérrimos de sus últimas gestiones municipales. Todos los que aplaudieron el exceso comparten un sentimiento ya no apenas de molestia hacia los gremiales en general, sino de hartazgo.


Hay motivos para el hartazgo, sin duda. Pero haríamos bien en parar un poco para pensar antes de reaccionar con virulencia frente a un sector que hace lo que le da la gana en esta ciudad, no solo a vista y paciencia de los funcionarios municipales de turno, sino gracias a esos mismos funcionarios, los de hoy y los de gestiones pasadas. Gracias también a cada uno de los vecinos de la ciudad, hay que remarcar, ya que son finalmente ellos los que les dan razones a los gremiales para seguir vendiendo donde bien les plazca.


¿O alguien cree que si hubiera funcionarios municipales dispuestos a poner orden en la ciudad, pero en serio, algún gremialista se atrevería a ocupar áreas no permitidas para el comercio? ¿Alguien cree que un comerciante se arriesgaría a poner un toldo en un lugar al que no acudirían compradores? Si los gremiales han tomado cuenta de calles, aceras y cuanto lugar les place para instalar sus improvisados puestos de venta es porque así se lo han permitido las autoridades municipales de turno, y los propios vecinos de la ciudad.


Basta un repaso a la hemeroteca de EL DEBER para recuperar la memoria sobre la génesis de un problema que hoy parece encolerizar a todos. Y esa génesis está en el vergonzoso pragmatismo partidario de los políticos que han disputado el mando municipal, a los que no les tembló la mano al momento de pactar acuerdos con las hoy llamadas “mafias” de gremiales y de transportistas (otro sector que harta con sus abusos), a cambio de votos. Y de este pecado no se libra ninguno de los alcaldes de las últimas décadas. Ni Percy.


Es importante recordar y tener en claro este detalle: esas “mafias” han sido gestadas con el aliento y apoyo del poder político municipal. Que ahora la autoridad de turno quiera mandar a la mierda a una parte de ellas (porque está claro que otros gremiales gozan de los beneficios que les otorgan las alianzas hoy vigentes con la actual gestión municipal) no significa que el problema de fondo está a punto de resolverse. Por el contrario. Tal como lo hemos visto en estas últimas horas, el problema solo se ha agravado.


Contracorriente a lo que claman muchas voces, estoy convencida de que unos mierdazos lanzados por el alcalde no resuelven nada. Todo lo contrario: no solo complican el tema específico de un urgente ordenamiento de mercados, sino que además alimentan una ola de reacciones violentas en una población que está más bien necesitada de lo contrario. De una voz mesurada, pero certera, que sea capaz de conducir la fuerza vecinal por una vía en la que razón le gane al hígado y el sentido común se imponga ante la impostura.


Reflexiono así, pensando no solo en este conflicto local, que vuelve a alterar la paz en la convivencia citadina. Lo hago también teniendo presente la vigencia de otro conflicto aun más grave, mayor y de alcance nacional, que mantiene en tensión a los bolivianos desde hace ya varios meses y que tiene que ver con la defensa de la democracia. Un conflicto que nos confronta con el Gobierno central, al que no estamos dispuestos a perdonarle los excesos y violencia verbal que sí se pretenden aplaudir en el ámbito local. 


Coherencia en la defensa de nuestros derechos es vital para lograr ser atendidos. Al final, los abusos vienen desde varios frentes, y cada uno de ellos merece ser enfrentado con la misma arma e inteligencia. A quienes han rebatido mi posición ya expuesta antes en las redes sociales con un “¿acaso no te da ganas también de mandarlos a la mierda?”, vuelvo a decirles: ganas sobran y lo he hecho muchas veces en privado, como desahogo. Pero sé que no es el camino en la acción pública. El camino es aullar sin perder la cordura, repito.


Lejos de aplaudir el exabrupto del alcalde, le pido que eche mano de la razón para poner en orden la ciudad. Tiene las leyes a su favor, dispone de los recursos y el dinero necesarios para ello, aun goza de aceptación ciudadana. Eche mano de cada una de estas ventajas, con determinación, coherencia y transparencia. No necesita mandar a la mierda a nadie.

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