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12 de noviembre de 2017, 4:00 AM
12 de noviembre de 2017, 4:00 AM

La evocación de ideas, conceptos, juicios que danzan, sugiere belleza, plasticidad, eventualmente transportada a la más abstracta de las dimensiones, pero no me toca hoy referirme a ese espacio, sutil y delicado, sino al áspero y pedestre, donde las ideas se retuercen al calor de los virajes de los intereses y las órdenes jerárquicas.

Sin embargo, en una reunión de la OEA hizo su mejor esfuerzo para evaporar las dificultades y complejidades legales y constitucionales que impiden anular el referéndum, la preclusión y, sobre todo, la Constitución Política del Estado y abrir la puerta a una tercera reelección.
Dado que las extensiones, contracciones y retorcimientos de los conceptos cosecharon muchas burlas y ninguna adhesión, el máximo encargado de velar por el sistema de justicia ha intentado, ya no por medio del baile, sino de la acrobacia, demostrar que el derecho humano fundamental del presidente a una reelección perpetua es tan irrefutable y evidente que sus cuestionadores solo pueden estar movidos por los hilos de una conspiración de la oligarquía chilena para bloquear la recuperación marítima a la que nos está conduciendo, segura e inexorablemente, el firme pulso del jefe de Estado.

Es posible que el ministro no se equivoque al sostener que los candidatos contrarios temen la presencia del suyo en la cita de 2019, pero eso, igual que la rústica noción de que oponerse al quebrantamiento de la ley fundamental es obra de la ‘chilenofilia’, no cambia el hecho de que todas las expresiones de la impotencia partidaria del MAS para renovarse e impulsar figuras de relevo no se convierten en fecundas ni revolucionarias, porque el caudillismo del MAS y todos los demás es uno de los males colectivos que necesitamos erradicar.

Las innovaciones principales de la Constitución Política del Estado son incompatibles con la estrecha visión personalista, corporativa y concentradora de poder que entraña la propuesta de reelección perpetua que moviliza al MAS. Tales innovaciones se resumen en la pluralidad económica, democrática, cultural, jurídica, la reivindicación de las autonomías, los derechos colectivos más la participación y el control social.

Esta es también la lista de inconsecuencias y defecciones que se observa al verificar lo que ha hecho y dejado de hacer la gestión gubernamental.

El contraste entre el contenido de la Constitución Política del Estado y la campaña oficialista para quebrantarlo es tan manifiesto que, en un nuevo y rudo giro del baile de ideas, los voceros de Palacio y sus aliados dirigentes de organizaciones sociales ya empiezan a mencionar la posibilidad de buscar otra fórmula, distinta a su recurso ante el Tribunal Constitucional Plurinacional, porque  un fallo positivo resultaría de tan grotesco, inverosímil.

Esa lucha, más el ya irrefutable hecho de que la Constitución Política del Estado aprobada por el voto abrumadoramente mayoritario, es tan ajena al MAS como a las dirigencias partidarias que siguen suponiendo lo contrario, representan la acumulación histórica con que se desarrolla el combate  contemporáneo para recuperar el impulso democrático de nuestra sociedad.

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