El Deber logo
8 de abril de 2018, 4:00 AM
8 de abril de 2018, 4:00 AM

Hace quince años que no se abría una librería nueva en Santa Cruz. A mediados del año pasado Magela Baudoin, Carol Gainsborg y Gabriela Araúz se arriesgaron a lanzar El Trapezio, una librería pequeña y bien surtida en Equipetrol que hizo soñar brevemente con otra Santa Cruz posible. Sin embargo, El Trapezio dio pérdidas desde el comienzo y tuvo que cerrar después de nueve meses en que muy poca gente visitó el establecimiento. Otra vez, como hace quince años, Santa Cruz ha vuelto a depender de tres librerías. Solo que a principio de este siglo la ciudad tenía medio millón de habitantes y hoy cuenta con dos millones.

¿Por qué el crecimiento cultural en Santa Cruz no ha acompañado al crecimiento de la población? Porque hace años el presupuesto anual que destina la alcaldía cruceña a cultura no alcanza el 0,5%, un porcentaje infame y ridículo (como referencia, el presupuesto de cultura del municipio paceño es del 3,5%, y el año pasado el alcalde Revilla anunció una esperada ley que promueve culturas y artes en La Paz). La cultura es un concepto muy amplio que engloba diversas actividades y quehaceres artísticos; ese pequeño presupuesto debe repartirse entre músicos, bailarines, teatro, mundo literario, etc.  

En el tema del libro, es fácil señalar que la gente no lee, pero tampoco existen en esta ciudad campañas municipales de fomento a la lectura, y por eso la población no tiene costumbre de visitar bibliotecas públicas o de acercarse a las tres librerías que sobreviven en la ciudad. Los que sí leen se quejan de que los precios de los libros son muy altos. Y es verdad. Los libros importados son caros y hay pocas editoriales nacionales. ¿Por qué? Pues porque, a diferencia de otros países latinoamericanos, en Bolivia y especialmente en Santa Cruz no hay ningún tipo de incentivo para la industria del libro. Si el municipio cruceño estuviera interesado en apoyar a la industria del libro, compraría ejemplares de un libro publicado por una editorial cruceña para cada biblioteca pública de la ciudad, y buscaría también la forma de coordinar su lectura y distribución en los colegios. De esta manera, los libros producidos en Santa Cruz llegarían a bibliotecas y colegios, y las editoriales no dependerían exclusivamente de las ventas en la feria o en las librerías. Asimismo, debería haber fondos concursables para creación literaria, traducción y edición. 

Pero esto no sucede, y las pocas editoriales que existen tienen que competir con los piratas, que desde hace años venden sus productos a media cuadra de la alcaldía cruceña sin que esta haga nada. 

Como estudiante, yo también compré libros pirata en muchas ocasiones porque no podía pagar el precio prohibitivo de una edición importada. Pero esta salida tiene un impacto negativo en el frágil ecosistema del libro, ya que el pirata no le paga al autor ni al diseñador ni al ilustrador, tampoco al Estado. La piratería, que responde a una necesidad legítima y real de acceder a libros de bajo costo, termina por ahogar la frágil economía del libro, y también ofrece una cantidad reducida de lecturas, basada principalmente en best sellers de autoayuda y negocios.

Y aquello tiene como consecuencia que la producción intelectual de una ciudad y de un país se vea severamente limitada, que un  autor no disponga de opciones donde publicar y que el público no tenga a su disposición una oferta variada e interesante de libros nacionales. Si los libros importados son caros y la oferta nacional es insuficiente, si no existen políticas culturales a nivel nacional y regional, es lógico que ninguna librería aguante. Lo que sorprende es que las tres que tenemos no hayan cerrado todavía.

El cierre de El Trapezio –así como el estancamiento cultural de Santa Cruz– es un síntoma de una infraestructura cultural inexistente, de la que son responsables el gobierno nacional y municipal con su pasmosa falta de visión. A quienes argumentan que es el pueblo quien no tiene a los libros como prioridad, y por lo tanto tenemos los gobernantes que nos merecemos, habría que decirles que el liderazgo se ejercita de diversas maneras, entre ellas señalando las áreas donde deberíamos crecer como región. 

Nunca podremos asumir el liderazgo nacional que se reclama del departamento, en consonancia con su crecimiento económico, si es que no hay debate, intercambio de ideas, reflexión sobre nuestra historia, nuestros mitos y nuestras creaciones y la forma en que se vinculan con el resto del país; eso solo es posible con una apuesta decidida por la cultura. En un ambiente tan adverso, es notable que aparezcan emprendimientos como el de El Trapezio; sin embargo sin una infraestructura cultural que los respalde, será imposible que se mantengan. Y hasta la gente con las mejores intenciones se cansa y se va, o se dedica a otra cosa. 

Tags