El Deber logo
3 de mayo de 2018, 4:00 AM
3 de mayo de 2018, 4:00 AM

Ante unas paltas provocadoras, comenté con la vendedora lo generosa que es nuestra tierra, quien sonriente me respondió, son peruanas. Cuando me vendían cebollas en el mercado, por curiosidad pregunté si eran de Cochabamba, Tarija o  Vallegrande, para enterarme de que también eran de Perú, y que también hay ajo y arroz de China, azúcar y aceite comestible brasileños o argentinos, como madera y muebles norteamericanos, importados ya masivamente.

La prensa nos informa que Bolivia importa diez productos que puede producir y exportar (El Deber 22.04.18), que baja la calidad del empleo en Bolivia: el desempleo es un fantasma que sigue amenazando (Séptimo Día 29.04.18). Paralelamente, otros datos nos ilustran acerca de la sobrepoblación y concentración urbana, principalmente en ciudades capitales del eje La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, que alcanza a Tarija y algunas ciudades intermedias. También, de la aún incalculable cantidad de compatriotas que desde el campo están migrando a Chile y Argentina en procura de empleo.     

Hace unos años nuestra producción no tradicional se había incrementado para reconfigurar las exportaciones tradicionales de minerales e hidrocarburos y nos hacían prever la anhelada diversificación productiva y la seguridad alimentaria del país. La producción agropecuaria boliviana es una de las actividades que generan más empleo directo e indirecto, pese a sus limitaciones técnicas en muchas regiones.
Pero hoy los productos agrícolas del país, que podríamos exportar con ventajas, están siendo sustituidos por el ingreso masivo a nuestros mercados de lo mismo que producimos,  probablemente por el incremento del contrabando hormiga y grande, lo que condena al cierre a esas   importantes fuentes de ingreso y empleo de los miles de bolivianos que se dedican a la agricultura y a todo el circuito de circulación comercial.

¿Pero es esto posible?  ¿Es que a los fines del desarrollo nacional es más auspicioso incentivar el comercio informal de alimentos importados y la salida de las trabajosas divisas nacionales?

¿A alguien en los estamentos de la economía y la planificación se le habrá ocurrido pensar en sus perniciosos efectos? ¿Es positivo el exitismo inmediatista que impone el freno y desincentivo a los productores internos, del ‘ahora tengo circulante y consumismo y el mañana no importa’?

Si para dinamizar la economía se ha adoptado el estímulo al consumo interno con productos externos, lo lógico podría ser establecer incentivos para un crecimiento exponencial de la producción nacional orientada a las exportaciones, eliminando barreras a la importación de los artículos de consumo de los bolivianos. Si esto no es así, mantener una y otra política en nuestra balanza comercial, es cuando menos incongruente.

Por donde se lo vea, pareciera que no contribuye a la lucha sostenible contra la pobreza de una mayoría poblacional que día a día siente el impacto del alza creciente de los precios, aunque cansinamente se le repita que ‘la macroeconomía va bien y que la inflación está bajo control’.
El reto y la responsabilidad de gobernar no solo es lo que se debe hacer, sino lo que no se debe hacer.

Tags