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12 de enero de 2018, 4:00 AM
12 de enero de 2018, 4:00 AM

Andamos con el Jesús en la boca cuando llueve en Santa Cruz porque sabemos lo que nos espera, si no es a uno, es al vecino. Perdemos calidad de vida, aumenta el ausentismo en los trabajos y colegios, se reduce el transporte público y privado, las calles se llenan de agua y hasta una inundación es posible. Muchos factores conllevan a esta situación, por ejemplo, la basura que taponea los canales de drenaje (que es la falta de educación de los ciudadanos); la geografía de la ciudad de Santa Cruz que es plana; también la extrema urbanización quita la posibilidad de drenaje; la deforestación, el suelo blando, entre otros, además del cambio climático. 

Espero que la inversión en el sistema de drenaje valga la pena, lo valemos los cruceños y todos los que viven aquí.

En algunas ciudades de Estados Unidos desconectaron los desagües y los condujeron al riego de jardines y zonas verdes; en Europa han utilizado concreto poroso, asfalto permeable o adoquinado, que absorben el agua y evitan problemas de movilidad. Han construido canteras al lado de los andenes y a un nivel un poco más bajo que cumplen la función de drenar el agua de las calles y de los estacionamientos. Dentro de estas se pueden plantar árboles, por ejemplo en Berlín, donde hubo una apuesta por una ciudad verde, con humedales urbanos y edificios con vegetación. El 90% de Róterdam está por debajo del nivel del mar y con el cambio climático, enfrenta un mayor riesgo de inundaciones; es por esto que han cubierto más de 200.000 metros cuadrados de techos con vegetación para que puedan absorber agua en las tormentas.
Shanghái, Wuhan y Xiamen, son algunas de las futuras ciudades esponja y el plan chino es que para el año 2020, el 80% de sus áreas urbanas absorban y reutilicen al menos el 70% del agua de lluvia.

En México se está implementando la biotecnología, se trata de sistemas tecnológicos que se incorporan al paisaje urbano de un modo muy sencillo y que permiten restablecer el ciclo hidrológico, por ejemplo, a través de pavimento permeable, las azoteas verdes y las celdas de biorretención que purifican el aire y mitigan las islas urbanas de calor. 

En Buenos Aires y Bogotá instalaron sensores en las alcantarillas para medir el nivel del agua, combinados con un software de monitoreo hidráulico, además de la propuesta de parques inundables y aceras verdes, a falta de espacios rodeados de naturaleza. 

Tokio sufre constantes catástrofes naturales y la ciudad cuenta con infraestructura para mitigar los efectos en cualquier situación. Tienen un canal subterráneo de descarga, que está situado en las afueras del área metropolitana, el cual recoge agua de los ríos Naka, Kuramatsu, Koumatsu y Otoshifurutone, y la redirige al río Edo cuando hay crecidas. Otro de los activos con los que cuenta la ciudad para luchar contra posibles inundaciones son los diques construidos en paralelo a sus ríos, junto a los que están las esclusas situadas a lo largo de la bahía de Tokio y que juegan un papel fundamental en el control de las aguas en caso de desastre natural.

En Copenhague, Dinamarca, un total de 70 metros de baldosas cubren una de sus calles. Este tipo de suelo, que incorpora el ciclo natural del agua en las ciudades, se encarga de recolectar por diferentes agujeros el agua que cae en los techos y calles y la traslada a un sistema subterráneo que la gestiona y reutiliza para, por ejemplo, el riego de las zonas verdes de la ciudad. 

En resumen, usar la vegetación como estrategia ambiental, respetar y promover espacios naturales y rebajar el ritmo de construcción. Eso apunta a hacer ciudades verdes, más habitables y menos congestionadas. 
A pesar de todas las propuestas tecnológicas, las ciudades se siguen inundando porque no es suficiente sólo la tecnología, sino la cooperación del ciudadano. En 2017, países de todos los continentes quedaron bajo las aguas. De todas maneras, se debe intentar con todo tipo de soluciones. Eso es lo que falta hacer.

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