Opinión

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Challá nomás (que nada te cuesta)

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11 de febrero de 2018, 5:30 AM
11 de febrero de 2018, 5:30 AM

Estaba listo para escribir sobre la repostulación y esas cosas tan ‘livianas’ que tiene el país, mientras pensaba que nada de eso tiene sentido frente a las Challas presi y vicepresidenciales y llegué a la conclusión de que si a mí me tocara tan inmensa responsabilidad, comenzaría por Palacio Quemado, que antes se llamaba Palacio de Gobierno y que ahora se usa para que el presidente esté de rato en rato… cuando tiene que esperar un viaje, una visita de personalidades importantes (bórrese de la lista al tal artista innombrable ese, amigo del otro, ese que se escapó, que fue nombrado Embajador de Buena Voluntad –¡lo logré! no nombré a Sean Penn-, un partido de fútbol o alguna cosa ‘menor’, como por ejemplo firmar un contrato para la construcción de algo o un decreto para regalarles algo a los hermanos, compañeros o amigos. Bueno, comenzaría por ahí, antes de que lo conviertan en museo, porque la modernidad, el gimnasio, los ascensores y el sauna de la Casa Grande del Pueblo merecerán la atención del challador de hoy (viernes) que, curiosamente, comienza por el ‘edificio nuevo’, ese que, apenas se vaya, deberá entregar a un sucesor, quien tendrá que entender de qué se tratan tantas esculturas de mal gusto y dudosa historia. Palacio de Gobierno fue la última challa del ajetreado día.

Seguiría mi challa en Oruro. Podría hacer de cuenta que inauguro el abandonado aeropuerto con techo y todo; aprovecharía para comenzar la inauguración de la carretera, que ya está hecha bolsa, porque nunca se la terminó como se debe, y me iría a Karachipampa a inaugurar y challar el fracaso del emprendimiento minero que le costó un montón de plata al país y no pasó nada, pero como se trata de que parezca que se hace algo, inauguraría el ‘complejo’ y… challaría los complejos de los “inauguradores que no dan pie con bola”; y me volvería en el avión presidencial y lo challaría en el aire mismo, batiendo el récord del primer avión challado en vuelo. 


Apenas llegado a El Alto, me iría corriendo a la ex-Ametex y la challaría para mostrar que en este país si algo no mueren son las mentiras y las ideas que hablan de los éxitos. Y de ahí, ¿a dónde?, se preguntará el lector. Pues a Kipus e inventaría un celular que tenga un ring tone ‘incambiable’ que hable del proceso de cambio con la frase… Evo cumple… Bolivia no, en recordatorio del 21-F, para que después nadie se queje… por lo que quede inconcluso… porque, simplemente, fueron impacientes y no le dieron tiempo de terminar su obra de destrucción (perdón, quise escribir construcción, y no lo puedo borrar porque estoy escribiendo en una computadora de ‘esas’).


A pesar de vivir en un país ingrato, saldría volando a Papelbol, el sueño del papel de coca y la challaría entera. ¿Por qué? Porque sí y aprovecharía para visitar y challar la planta industrializadora de coca. De paso preguntaría por dónde andará el de la ‘Coca Colla’ para darle una challada a su embotelladora y desearle que alguna vez pueda vender mucho y exportar. Después, iría corriendo al ‘aeropuerto más grande del mundo’, es decir, el de Chimoré (es el más grande porque nunca se llena; ni siquiera se congestiona) y lo challaría para que la maldición de los gringos no siga cayendo ahí, donde una persona “enviada por el imperialismo” osó pasear en bicicleta cuando pudo hacerlo hasta en un camión de los del Dakar, total, no iba a pisar un solo bulto o atropellar a una persona, porque los fantasmas (¿de la corrupción?) no se pueden pisar.


Y de ahí a Bulo Bulo, a challar la Planta de Urea y Amoniaco, que un día va a vender más amoniaco (seguramente a los transformadores ilegales de la hoja), porque nadie le da bola a la urea y, de paso, inauguraría (challa mediante) las chatas para urea que compraron por montones, pero que no se van a usar porque no hay tren. Y como no hay tren, pudiera challar la inauguración del tendido del ferrocarril que dejaron a medias los chinos, aunque esta última parte estaría en duda porque huele a Zapatazo. 
 De verdad que pudiera hacer harto, pero me voy a la calle, ¡es primer día de Carnaval!

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