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22 de febrero de 2018, 4:00 AM
22 de febrero de 2018, 4:00 AM

Santa Cruz volvió a parar después de un mes y diez días de forma contundente. La región más poblada y motor de la economía boliviana ratificó, con la nueva movilización cívico-ciudadana, que lleva la batuta de la defensa del voto mayoritario del No del 21-F. El paro de ayer repitió aquí las características del anterior. Es decir, fue marcadamente vecinal, ya que en los barrios varios ciudadanos ocuparon sus calles por voluntad propia. Otra vez destacaron el trabajo logístico de las comparsas en las rotondas y la participación activa de las diversas plataformas, entre ellas la organización de los ciclistas, que transitaron por las avenidas en un numeroso grupo. Esta vez hubo algunos roces fuertes en zonas puntuales de la ciudad, pero sin secuelas graves. A diferencia del anterior paro, la Policía estuvo activa en el desbloqueo de vías troncales, pero no se llegó a la violencia extrema. En general, salvo casos aislados, la madurez y el empoderamiento ciudadano marcaron la jornada de defensa del voto.

 

No fue una movilización de una clase social contra otra, de una raza contra otra ni de una ideología contra otra, como alguien pretende hacer ver. Si persiste una lectura tan corta, difícilmente el Gobierno terminará de entender a Santa Cruz. Vimos en las calles y avenidas de la ciudad rostros diversos y una protesta variopinta, con banderas bolivianas, cruceñas y hasta alguien con la de Cataluña. La ceguera política es peligrosa.

 

Una gran novedad de ayer fue la incorporación de la ciudadanía paceña a la defensa del No en las calles y avenidas de la sede de Gobierno. Algún periodista de esa ciudad ponderó en las redes el “despertar paceño”.    

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