Opinión

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11 de diciembre de 2017, 6:12 AM
11 de diciembre de 2017, 6:12 AM
Transformar el Hernando Siles
en un estadio con una calidad del primer mundo es la nueva aspiración del presidente y del empresario bolivarista Marcelo Claure. Las obras apuntan al techado y a otras remodelaciones del escenario paceño, con inversión  básicamente estatal. No es malo aspirar a la alta jerarquía internacional, pero primero lo primero. Y lo primero es que debemos conseguir que nuestro pobre fútbol abandone su crónica mediocridad. De nada sirve un estadio de lujo con clubes que no tienen ni canchas adecuadas para entrenar ni presupuestos aceptables para sus canteras. Hasta la propia selección nacional tiene enormes dificultades para prepararse de manera profesional y hace tiempo que el proyecto de centro de alto rendimiento es una promesa. Invertir millones en la remodelación de un estadio resulta incoherente si nuestras instituciones futboleras carecen de las mínimas condiciones para los entrenamientos y la formación.

 

Viru Viru no está definitivamente a la altura de la locomotora económica
de Bolivia y de la intención de convertir al corazón de Sudamérica en un centro de distribución del tráfico aéreo continental. Termina otro año sin novedades relevantes sobre un aeropuerto ya superado por el tiempo y el tamaño de una ciudad que se expande. Hay parches como las máquinas para el control aduanero y una leve mejoría en la recepción y despacho de viajeros, pero nada interesante que nos permita alegrarnos.

 

Después de años se escucha la palabra “tractorazo”
. Los cañeros se desesperan porque el Gobierno no atiende su demanda de liberar las exportaciones. Sobra producción, caen los precios, pasan los días y se pierden mercados. Así no se hace país.
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