Opinión

Cara a cara

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1 de julio de 2018, 8:28 AM
1 de julio de 2018, 8:28 AM

Mientras el presidente empezaba a tuitear en inglés para saludar la investidura del cardenal Toribio Ticona en el Vaticano, el vicepresidente arremetía contra los movimientos ciudadanos y partidarios que demandan el respeto al 21-F con fuerza cada vez mayor. Afirmó que los gritos de ‘Bolivia dijo No’ forman parte del ruido de la “miseria intelectual” que son los opositores. “A nosotros no nos van a incomodar, somos felices; es más, los estamos esperando... Somos socialistas, de lucha, de guerra, de enfrentamiento, de pelea. La pelea es nuestro descanso”, remató el ‘vice’. Con semejantes arengas, se desnaturaliza la cultura del diálogo, de la concertación, de la paz y de la defensa de la vida machaconamente proclamada como pilar fundamental del ‘proceso de cambio’ y los bolivianos, tal parece, tenemos que empezar a prepararnos para lo peor, como ‘a caminar con el testamento bajo el brazo’, que propuso Arce Gómez en la narcodictadura empoderada en el país en los años 80.


Sin atención médica y con un cuadro de desnutrición severa, una mujer campesina y su bebé recién nacida murieron a comienzos de la semana en una vivienda rústica e insalubre en el municipio de Copacabana. El dramático caso desvela la pobreza extrema y el abandono que padecen todavía muchos bolivianos en el país del derroche y de la falta de austeridad.


Con el tres veces candidato izquierdista Andrés López Obrador como claro favorito y un previsible giro de la política en los últimos 40 años de darse su triunfo, los mexicanos están convocados para elegir hoy al próximo presidente de su país. Los comicios, que cada 12 años coinciden con la Copa del Mundo, se celebrarán después de una campaña electoral manchada de sangre. Afectado por la proliferación del narcotráfico y la corrupción en los aparatos del Estado, están en juego el presente y el futuro de México, necesitado de profundos cambios para revertir su aguda crisis y devolverle la paz y la esperanza a su gente.

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