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21 de mayo de 2019, 6:52 AM
21 de mayo de 2019, 6:52 AM

Hablar de “discriminación” o de un “derecho humano” para justificar la reelección indefinida de un mandatario no es otra cosa que hacerse el tonto. Hacerse el tonto significa “aparentar que uno no advierte algo de lo que no le conviene darse por enterado”. Cuando Almagro e ideólogos del MAS utilizan tales frases, de lo que no les conviene darse por enterados es de la violación de los principios más elementales de la democracia –más concretamente de la limitación del poder– que se comete al propugnar dicha reelección. Así que al refutar lo dicho por ellos, habría que aclarar que se lo hace a pesar de tratarse de una tomadura de pelo. 

Ahora bien, se sabe que en Bolivia una parte significativa de la población votaría por Evo Morales, lo que implica un apoyo tácito a la reelección indefinida. ¿Por qué sucede esto? ¿Entienden estos ciudadanos aquellos principios democráticos? Y si los entienden, ¿los valoran por encima de intereses partidarios? ¿Valoran más lo viejo conocido que la alternancia en el poder? Incluso el mismo Yuval Noah Harari –un autor que le encanta derribar mitos– habla de la necesidad de reformular la democracia: “Debemos desarrollar un nuevo proyecto político más acorde con las realidades científicas y las capacidades tecnológicas del siglo XXI”, afirma. (Pero nada que ver con el ‘socialismo del siglo XXI’, el cual ya ni se menciona).

Es posible que la democracia liberal esté en crisis en muchos países del mundo; el auge de gobiernos populistas y autocráticos es prueba de ello. Sin embargo, Harari se encarga de dar una certeza: “Debemos defender la democracia liberal no solo porque ha demostrado que es una forma de gobierno más benigna que cualquier otra alternativa, sino también porque es lo que menos restringe el debate sobre el futuro de la humanidad”

 

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