Opinión

Calma, presidente

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19 de noviembre de 2017, 19:19 PM
19 de noviembre de 2017, 19:19 PM

En 1969 corría la versión de un supuesto plan del presidente René Barrientos de declararse dictador. Al año siguiente debía llamar a elecciones pero él pensó que lo mejor para Bolivia sería proclamarse presidente vitalicio. Un accidente de helicóptero, aparentemente fortuito, puso fin a esos planes y a partir de ese momento se dio una sucesión inverosímil y casi interminable de militares en la Presidencia, que terminó en 1982, al derrumbarse el anterior intento del narcotráfico de controlar el Gobierno.


Medio siglo después, el presidente Evo Morales muestra que tiene la misma tentación de Barrientos, de declararse presidente vitalicio mediante un procedimiento que ni él ni sus colaboradores tienen claro todavía.
Aquella versión de 1969 decía que Barrientos había enloquecido, de veras. Era muy locuaz, muy alegre, mujeriego hasta el delirio, era el ‘loco Barrientos’. Hablaba el quechua mejor que Morales habla el aimara, si lo hablara.


Morales no tiene claro cómo logrará su objetivo. Tiene algunas ideas, muy pocas: no quiere escuchar de un nuevo referéndum y está a punto de aborrecer también una elección. Por ese camino, declararse dictador es casi inexcusable.


Y está de muy mal humor. En pocos días se enfrentó a toda la OTAN: ofendió al encargado de negocios de EEUU y amenazó a los embajadores de la Unión Europea. Sus colaboradores, que actúan con fanatismo, deben seguirle los pasos y en ese intento llegan al absurdo. Una ministra de Comunicación, con gestos de musulmana, proclama que los embajadores de la UE que se pronunciaron a favor de la libertad de expresión son agentes del ‘cártel de la mentira’. Un canciller que ha leído alguna versión tibetana de la Convención de Ginebra, dice que todos los embajadores deben pedir permiso para hablar con cualquier ciudadano del país. Un ministro de Gobierno que está a punto de cometer el mismo error de su antecesor Alfredo Rada, exhibiendo fotos marcadas, como en Paintball, de reuniones sociales.


Según este delirio, los bolivianos no pueden proponerse votar de tal o cual manera en el referéndum del 3 de diciembre porque cometen perjurio contra el divino mandato. Carlos Mesa no puede reunirse con nadie si no tiene permiso.
Por favor, cálmese, señor presidente. 

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